La espiritualidad nazarena nos invita a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida como Él, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, ejerciendo un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina.
La espiritualidad de Nazaret es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones más ordinarias de la vida, a ejemplo del mismo Jesús, que no se evadió de la servidumbre de las relaciones humanas...
Esta espiritualidad de Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa y en la vida de familia, en el sacerdocio y en el laicado, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una espiritualidad de relación.
"El misterio de Nazaret manifiesta, más que ningún otro, la total integridad y verdad de la naturaleza humana de Jesús. Este misterio supone que Jesús apareció entre los suyos, hombre como los demás, sin manifestar en nada, durante los años de su juventud, su cualidad de Mesías. La vida de Nazaret es en resumidas cuentas el misterio de una ausencia de misterio en la vida humana y social de Jesús". (René Voillaume, citado por José Luis Vazquez Borau en "Carlos de Foucauld, y la espiritualidad de Nazaret)
Vivir la espiritualidad de Nazaret, vivir en comunión con la Iglesia, quiere decir ser fermento en la mesa. En palabras del obispo Pedro Casaldaliga significa: "optar por una cultura de la solidaridad y optar por los empobrecidos y sus causas; potenciar el ecumenismo; asumir los desafíos de la modernidad y contribuir con la especificidad del cristianismo a humanizar; apostar por la democratización de la vida y también de la Iglesia" (Vida Nueva, n. 1193 (Madrid 1994)
Pero, además, hemos de trabajar para que la Iglesia vuelva a Nazaret. Es esencial recordar que Jesús de Nazaret no estableció una religión más, sino que nos ofreció vivir una relación con Él.
Nazaret no es un período superado por la vida pública de Jesús. Es la buena noticia del Dios hecho hombre. Dicho de otro modo, la predicación del Reino sólo se puede entender en el contexto de Nazaret: Las Bienaventuranzas y el Mandamiento del Amor constituyen el programa de Nazaret.
La Iglesia debe volver a Nazaret si quiere la alegría de Dios cercano. Nazaret es la raíz de la Fraternidad en la Iglesia y en el Mundo, desmoronando toda organización de verticalidad y sometimiento. Decir Nazaret es decir Iglesia hecha con el Pueblo y para el Pueblo.
Decir Nazaret equivale a dar valor a lo cotidiano, a lo pequeño, a lo simple. Significa saber descubrir el valor redentor de una vida sencilla de personas del pueblo, con sus penas, trabajos y alegrías sencillas.
Jesús de Nazaret vivió como un hombre trabajador de su pueblo la mayor parte de su vida, y, después, en el desierto o durante su vida pública, no dejó de ser nunca un pobre del pueblo de Yahvé, como su familia y amigos. Ser contemplativos en lo cotidiano y normal de la vida, para realizar la Voluntad de Dios.
CHARLES DE FOUCOULD, tiene siete puntos acerca de la "IMITACIÓN DE NUESTRO MUY AMADO SEÑOR JESÚS.
En el Séptimo, escribe de la ·EVANGELIZACIÓN LIBERADORA DE Nazaret, Y DICE:
"Quien desee vivir según la espiritualidad de Nazaret tendrá que ser consciente de que ésta es la base de se existencia, ya esté en el desierto o en la misión apostólica. Es decir, no puede haber apostolado sin Nazaret ni desierto sin Nazaret, ni Nazaret sin desierto y apostolado".
Y recurre a los Evangelios para ver qué nos enseñan del modo de actuar de Dios, para que estos cuatro modelos que vamos a ,meditar inspiren nuestros pasos y actuemos en consecuencia:
— Belén:
Los evangelios de Lucas y Mateo nos presentan el nacimiento de Jesús con una gran belleza plástica y un profundo significado. Jesús nace en una cueva, refugio de animales, porque no hay lugar en el pueblo para José y María.
En Belén nace el Hijo de Dios. En esto se nos muestra la pequeñez de Dios. Su estilo no es la prepotencia de los conquistadores. El estilo de Dios se asemeja más a un niño que a un general. Dios es ternura.
Jesús nació extranjero. Para encontrar a Dios hay que salir fuera, entre los pobres y marginados. La escena del nacimiento de Jesús es de alegría. En la pobreza, en la marginación, en el silencio, en el anonimato, Dios está presente.
En Belén no hay discursos. Aquí los políticos no acuden pues no hay lugar ni al éxito ni al poder. En Belén sólo se encuentra la compañía silenciosa, la alegría profunda de los pobres que saben compartir.
— Nazaret:
Es el lugar del trabajo silencioso y anónimo. Lugar donde se vive la cotidianidad sin que esto trascienda a ninguna otra esfera.
Si comparamos los años de vida oculta de Jesús con los de su vida pública; si comparamos sus tiempos de silencio y anonimato con el tiempo de anuncio público, podemos concluir que la vida de Jesús fue prácticamente la de un hombre callado, desconocido. La vida de un obrero. Pero del interior de este silencio y de este anonimato surgió la relevancia del mensaje transmitido por Jesús.
Nazaret fue la palabra clave que movió a Carlos de Foucauld y a las Fraternidades que a partir de él surgieron. René Voillaume nos indica que:
"Las consecuencias que manan de este período de la vida de Jesús son importantes para nosotros. Jesús es el santo de Dios. Ahora bien, esa santidad se halló realizada dentro de las condiciones de vida más ordinarias, las del trabajo, las de la vida familiar y social en una aldea, y por ahí se encuentra afirmado con fuerza el hecho de que las actividades humanas más oscuras y más corrientes son perfectamente compatibles con la perfección del Hijo de Dios. Jesús, dentro de la sociedad de Israel, no era sacerdote ni rabino: ni tan siquiera siguió a Juan Bautista al desierto. El primer elemento de la espiritualidad de las fraternidades, en armonía con este misterio, consiste precisamente en creer en la posibilidad de una santidad evangélica de hijo de Dios, dentro de la condición ordinaria del hombre pobre, obligado a trabajar para vivir"(R.Voillaume, Por los caminos del mundo (Marova, Madrid 1973) 279
— Galilea:
En Galilea inicia Jesús su actividad pública y llama a sus discípulos. Es aquí donde anuncia la inminencia del Reino, la paternidad de Dios y libera a muchos oprimidos de su angustia.
Galilea es el lugar de la curación eficaz, del anuncio público, de la cooperación de algunos y de la incomprensión de muchos.
— Jerusalén:
En Jerusalén Jesús es condenado grotescamente y ejecutado vergonzosamente.
El Hijo de Dios es maltratado, insultado y crucificado. Jerusalén es el lugar del desconcierto, del fracaso. Pero, a la vez, punto central de la Historia de la Salvación.
El Hijo de Dios crucificado: las personas tratadas como animales. Ésta es la condición de inhumanidad que Dios escoge para librarnos. Dios eleva donde los hombres escupimos.
Cada uno de estos modelos contiene su verdad que se enriquece con la verdad de los otros. Pero hay que señalar que en cada uno de estos modelos, Belén, Nazaret, Galilea y Jerusalén, se encuentra la presencia silenciosa, acompañante y efectiva de María. En su pequeñez habitó el misterio de Dios. El acontecimiento nuclear de la Historia de la Salvación se realiza en una joven de Nazaret, perteneciente a los pobres de Yahvé. Y el plan de Dios no ocurre por casualidad.
María nos enseña la eficacia de la sola presencia, la importancia del silencio que acompaña. No se trata de una presencia que no comunica nada, sino de aquella que la hace exclamar en voz alta: "Mi alma glorifica al Señor" (Lc 1,46).
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