Les decía esta mañana a mis hermanos y hermanas de la misión de Cundiyó, en New Mexico (USA), que la primera misión del sacerdote de la comunidad es darles testimonio y mostrarles que todos, sin excepción, somos hijos e hijas de Dios, miembros de la misma familia.
Cuando entramos en la iglesia no lo hacemos como González, Vigil, Sandoval, Rieckenberg, etc., sino como cristianos, hermanos y hermanas en Jesucristo.
El edificio, la iglesia, en donde compartimos y celebramos nuestra fe, es la casa donde rezamos, descargamos nuestras penas, lloramos, reímos, nos reconocemos pecadores y nos perdonamos, etc., no solo como vecinos o amigos, sino como hermanos y hermanas.
Si no podemos aceptar que las personas con las cuales rezo son mis hermanos y hermanas, entonces, nuestra oración cristiana pierde lo de cristiana.
He escuchado decir que la misión más importante del sacerdote es celebrar la Santa Misa, consagrar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, lo cual es cierto. Pero también me gusta recordar a mis hermanos y hermanas que Jesús escandalizó a los maestros de la ley porque bendijo la comida de los pecadores con su presencia, y comió con ellos.
Jesús escandalizó a los maestros de la ley porque decía que el pecador había salido del templo justificado mientras el fariseo seguía dando gracias en primera fila por no parecerse en nada al desgraciado que con su pecado mancillaba la pureza del templo.
Jesus parece utilizar lo mas sagrado para decirnos: "Veis, ellos son tan dignos de mi presencia como vosotros".
Pero, ¡qué dificil es convencerles de que son familia! Siendo familia es la única manera de aprender a corregirnos y perdonarnos; siendo familia es la unica manera de aprender a discutir y pelearnos; siendo familia es la unica manera de enfrentarnos a nuestros conflictos, equivocaciones, a veces, hasta traiciones; siendo familia es la unica manera de aprender a rezar el Padrenuestro; siendo familia es la unica manera de aprender a amarnos... Uno aprende a pensar, a rezar y a ser cristiano... siendo familia!
Por eso, les dije, yo salí de mi casa, dejé el pais y la cultura en donde había nacido; por eso, no me casé ni tuve hijos, porque la primera mision del sacerdote es darles testimonio de que todos, sin excepcion que valga, pertenecemos a la misma familia. Yo renuncié a tener mi familia, como un gesto profético, para que ustedes vean que el amor que hemos recibido de Dios traspasa las paredes de mi casa y de lo que es mío.
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