La familia, en tiempos de Jesús, se parece poco a la familia de hoy. Las familias solían ser muy numerosas y la autoridad del cabeza de familia era mucho más fuerte y decisiva que la autoridad que los padres puedan ejercer hoy.
Una familia numerosa en tiempos de Jesús podía ser temida y respetada al mismo tiempo. La influencia de una familia numerosa se hacía notar en su entorno. Tener muchos hermanos, hijos, primos, sobrinos... era no solamente garantía de influencia y poder sino también una señal inequívoca de que Dios bendecía a esa familia.
No es extraño que a veces el cabeza de familia tomara decisiones con respecto a sus hijos e hijas ponderando principalmente el honor y el beneficio que ensalzaría su nombre y el de toda su familia. Esto es evidente tanto en las responsabilidades y trabajos que encomendaba a los hijos como el modo como se planeaba el matrimonio de éstos. El cabeza de familia decidía cuándo y con quién se casaban. En el contrato entraba en juego el honor de todos los miembros de la familia.
El "problema" de este tipo de familia es que su preocupación principal consiste en proteger su honor y su bienestar, a veces a costa de demonizar otras culturas y tradiciones. Que un hijo/a del pueblo de Dios entrara en el circulo familiar de una familia pagana podía considerarse una traición. Los "buenos" hijos/as continuaban y aseguraban el modo de vida que habían recibido de sus padres. El cabeza de familia podía expulsar o, incluso, poner fin a la vida de un miembro cuyo comportamiento traía el deshonor a la familia. La sociedad también velaba por el orden social con leyes que protegían a una familia de lo extranjero y diferente.
El mensaje de Jesús choca frontalmente contra este tipo de familia. Tal vez Jesús no lo experimente así, pero él entiende que su mensaje puede ocasionar la división de la familia (hijos contra padres, hermanos contra hermanos, nueras contra suegras, etc.). Lo que está claro es que, en algún momento, su propia familia sintió la desgracia y la vergüenza de ver que Jesús seguía un camino diferente al que se supone que debía seguir.
Es interesante notar que en ese momento de sorpresa e incertidumbre dentro de la familia de Jesús, el evangelio se esfuerza en hacernos ver que no está hablando de la "Sagrada Familia, Jesús, Maria y Jose", sino de esa familia numerosa (un clan) más preocupada por su honor que por el plan de Dios.
Una familia numerosa en tiempos de Jesús podía ser temida y respetada al mismo tiempo. La influencia de una familia numerosa se hacía notar en su entorno. Tener muchos hermanos, hijos, primos, sobrinos... era no solamente garantía de influencia y poder sino también una señal inequívoca de que Dios bendecía a esa familia.
No es extraño que a veces el cabeza de familia tomara decisiones con respecto a sus hijos e hijas ponderando principalmente el honor y el beneficio que ensalzaría su nombre y el de toda su familia. Esto es evidente tanto en las responsabilidades y trabajos que encomendaba a los hijos como el modo como se planeaba el matrimonio de éstos. El cabeza de familia decidía cuándo y con quién se casaban. En el contrato entraba en juego el honor de todos los miembros de la familia.
El "problema" de este tipo de familia es que su preocupación principal consiste en proteger su honor y su bienestar, a veces a costa de demonizar otras culturas y tradiciones. Que un hijo/a del pueblo de Dios entrara en el circulo familiar de una familia pagana podía considerarse una traición. Los "buenos" hijos/as continuaban y aseguraban el modo de vida que habían recibido de sus padres. El cabeza de familia podía expulsar o, incluso, poner fin a la vida de un miembro cuyo comportamiento traía el deshonor a la familia. La sociedad también velaba por el orden social con leyes que protegían a una familia de lo extranjero y diferente.
El mensaje de Jesús choca frontalmente contra este tipo de familia. Tal vez Jesús no lo experimente así, pero él entiende que su mensaje puede ocasionar la división de la familia (hijos contra padres, hermanos contra hermanos, nueras contra suegras, etc.). Lo que está claro es que, en algún momento, su propia familia sintió la desgracia y la vergüenza de ver que Jesús seguía un camino diferente al que se supone que debía seguir.
Es interesante notar que en ese momento de sorpresa e incertidumbre dentro de la familia de Jesús, el evangelio se esfuerza en hacernos ver que no está hablando de la "Sagrada Familia, Jesús, Maria y Jose", sino de esa familia numerosa (un clan) más preocupada por su honor que por el plan de Dios.
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