Friday, July 20, 2012

Mensaje del Padre General (3 de junio de 2012)

Laudetur Sacra Familia!

Estimados hermanos:

Desde el día 30 de mayo al 3 de junio se ha celebrado en Milán, bajo el lema: "Familia: el trabajo y la fiesta", el VII Encuentro Mundial de las Familias con la presencia, los dos últimos días, del Papa Benedicto XVI.

La Asociación de la Sagrada Familia_Familias Manyanet se ha hecho presente en este acontecimiento extraordinario con el deseo y la voluntad de hacer realidad, en los hechos ordinarios de la vida de las familias, los colegios y parroquias, las espiritualidad de Nazaret.

Este encuentro nos ha ayudado a entender los grandes desafíos que, en referencia a la familia, "patrimonio de la humanidad", nos plantea el mundo y la cultura actual y a redescubrir más profundamente la belleza, la bondad y la verdad de la familia cristiana y los orígenes de la misma que se encuentran en el orden natural.

Para nosotros, siguiendo las indicaciones de los Acuerdos Capitulares ("Implementar la Asociación de la Sagrada Familia en la pastoral de nuestros centros de apostolado", III.A.1.1.2), este Encuentro y cuantos puedan producirse en el futuro a niveles diversos y en las diferentes delegaciones, ha de ser una ocasión para relanzar la pastoral familiar.

Si no podemos "presentar" a Jesús prescindiendo de su vida en la familia de Nazaret, de su trabajo junto a José y en el taller, de su experiencia familiar durante 30 años, no podemos tampoco olvidar a la familia en ninguna de nuestras opciones y actividades pastorales, educadoras y catequéticas.

La cotidianidad, lo recordaba en la circular anterior, es el camino de santidad para nosotros y para la familia cristiana; ambos tenemos como referencia la familia de Nazaret, una familia cuyos miembros han trabajado y realizado gestos y acciones comunes a las familias de ayer y de hoy.

Compartiendo los grandes problemas de la familia no olvidemos reforzar el mensaje positivo, real también, de tantas familias que viven heroicamente su amor esponsal y su entrega a los hijos. A todas debemos acompañarlas, desde nuestra opción de vida y misión apostólica, para que sean las verdaderas protagonistas de la evangelización de nuestra época.

Necesitamos construir "una casa junto y con" las familias para que puedan vivir su vocación inseridas en la comunidad, en un grupo..., sin lo cual resulta tan difícil transmitir y celebrar la propia fe.

Gracias a todos por vuestra entrega y disponibilidad. Recemos por nuestras familias y por todas las familias, especialmente las más necesitadas; recemos también por los hermanos enfermos y por quienes les cuidan y mantengámonos siempre unidos en cadena permanente de oración por las vocaciones.

Vuestro hermano en Jesús, María y José,

Jesús Díaz Alonso, S.F.
Padre General

Milán, VII Encuentro Mundial de las Familias, 3 de junio de 2012.

Sunday, July 15, 2012

La madre de los Zebedeo (Mt 20,20-23), por Julio González, S.F.

Mateo 20:20-23

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. 21 Él le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» 22 Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» 23 Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre.»

El evangelio de Jesús es generoso en sorpresas: padres que se comportan como madres, y madres que se comportan como padres.

Padres que se comportan como madres

En una sociedad patriarcal, el comportamiento del padre del hijo prodigo es una sorpresa para todos. El hijo menor había menospreciado a su familia (el hermano mayor lo sabe muy bien), y el padre debía "poner las cosas en su sitio". Sin embargo, este padre no actúa en ningún momento como "el cabeza de familia": ni cuando le da a su hijo lo que pide, ni tampoco cuando el hijo vuelve a casa "porque hasta los esclavos de mi padre viven en mejores condiciones que yo".

La ternura de este hombre escandaliza hasta al padre "más justo". "El modo de comportarse de este padre no es justo", dirían los padres de la época de Jesús: "Va en contra de los derechos del hermano mayor y pone en peligro el bienestar de toda la familia".

Las madres tienden a juzgar los errores de sus hijos de otra manera porque son carne de su carne... Por eso, los padres sabían que cuando castigaban a un hijo también castigaban a su madre. Los éxitos de los hijos eran los exitos del padre ("mi hijo trae honra a esta casa"), pero los errores de los hijos son los errores de la madre ("ese hijo tuyo...").

Madres que se comportan como padres

Hoy vemos el caso contrario: ¡una madre que se comporta como un padre! Cuando la madre de los Zebedeo, los apóstoles Santiago y Juan, pide "honores y privilegios" para sus hijos, esta madre ha cambiado su rol.

La mujer se pone en evidencia delante de Jesús y los otros discípulos, y también pone en evidencia a sus hijos, Santiago y Juan. No solamente por lo que pide sino porque no es ella a quien le toca pedirlo.

Hoy solemos leer este episodio como una indicación de que esta mujer no ha entendido todavía el mesianismo de Jesus, pero para los primeros seguidores de Jesus la sorpresa inicial no estaba en lo que esta madre pedía sino en su atrevimiento para presentarse ante Jesús con unas prerrogativas propias del padre, no de la madre.


El evangelio de la familia

Esta crisis de roles en el evangelio de Jesus no es una coincidencia. Jesús habla de la familia porque ella es la primera escuela, el primer taller, la primera iglesia de todos nosotros. Nuestra salud (física, emocional, espiritual) está condicionada por los valores y las vivencias que compartimos en familia. Por eso, la llamada de Jesús a la conversión, al perdón, a la reconciliación, va dirigida en primer lugar a cada uno de nosotros y, en nosotros, a nuestras familias.

El mensaje de Jesús a la familia fue una "provocación" en su tiempo y también es un reto para las familias de hoy. Esta "conversión" en los roles de padre y madre no es presentada en los evangelios como un modelo a seguir sino para hacernos "despertar" ("vigilad, estad alerta") de la normalidad en que creemos vivir.

En realidad, Jesús apunta mucho más allá de nuestros roles y prerrogativas. A través del cuestionamiento de las seguridades y privilegios de los miembros de una familia, Jesús cuestiona toda una mentalidad y manera de vivir.

Saturday, July 14, 2012

LA FAMILIA EN TIEMPOS DE JESÚS, por Julio González, S.F.

La familia, en tiempos de Jesús, se parece poco a la familia de hoy. Las familias solían ser muy numerosas y la autoridad del cabeza de familia era mucho más fuerte y decisiva que la autoridad que los padres puedan ejercer hoy.

Una familia numerosa en tiempos de Jesús podía ser temida y respetada al mismo tiempo. La influencia de una familia numerosa se hacía notar en su entorno. Tener muchos hermanos, hijos, primos, sobrinos... era no solamente garantía de influencia y poder sino también una señal inequívoca de que Dios bendecía a esa familia.

No es extraño que a veces el cabeza de familia tomara decisiones con respecto a sus hijos e hijas ponderando principalmente el honor y el beneficio que ensalzaría su nombre y el de toda su familia. Esto es evidente tanto en las responsabilidades y trabajos que encomendaba a los hijos como el modo como se planeaba el matrimonio de éstos. El cabeza de familia decidía cuándo y con quién se casaban. En el contrato entraba en juego el honor de todos los miembros de la familia.

El "problema" de este tipo de familia es que su preocupación principal consiste en proteger su honor y su bienestar, a veces a costa de demonizar otras culturas y tradiciones. Que un hijo/a del pueblo de Dios entrara en el circulo familiar de una familia pagana podía considerarse una traición. Los "buenos" hijos/as continuaban y aseguraban el modo de vida que habían recibido de sus padres. El cabeza de familia podía expulsar o, incluso, poner fin a la vida de un miembro cuyo comportamiento traía el deshonor a la familia. La sociedad también velaba por el orden social con leyes que protegían a una familia de lo extranjero y diferente.

El mensaje de Jesús choca frontalmente contra este tipo de familia. Tal vez Jesús no lo experimente así, pero él entiende que su mensaje puede ocasionar la división de la familia (hijos contra padres, hermanos contra hermanos, nueras contra suegras, etc.). Lo que está claro es que, en algún momento, su propia familia sintió la desgracia y la vergüenza de ver que Jesús seguía un camino diferente al que se supone que debía seguir.

Es interesante notar que en ese momento de sorpresa e incertidumbre dentro de la familia de Jesús, el evangelio se esfuerza en hacernos ver que no está hablando de la "Sagrada Familia, Jesús, Maria y Jose", sino de esa familia numerosa (un clan) más preocupada por su honor que por el plan de Dios.

Tuesday, July 10, 2012

"El calor del hogar enseña más que las palabras", Benedicto XVI

Cientos de miles de personas participaron en la Fiesta de las Familias, en la plaza de Colón de Madrid el sábado 31 diciembre 2011. Se pudieron escuchar los testimonios de numerosos jóvenes y familias durante el rezo del rosario.

A las 16.30, comenzó la Santa Misa, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid Antonio María Rouco, al que acompañaron una treintena de obispos llegados de toda España y de Europa. Durante la celebración, el cardenal Rouco leyó el mensaje de Benedicto XVI.

"Jesús se hizo hombre para traer al mundo la bondad y el amor de Dios; y lo hizo allí donde el ser humano está más dispuesto a desear lo mejor para el otro, a desvivirse por él, y a anteponer el amor por encima de cualquier otro interés y pretensión".

"Así vino a una familia de corazón sencillo, nada presuntuoso, pero henchido de ese afecto que vale más que cualquier otra cosa. Según el Evangelio, los primeros que fueron a ver a Jesús, los pastores, 'vieron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre' (Lc12,6). Aquella familia, por decirlo así, es la puerta de ingreso en la tierra del Salvador de la humanidad, el cual, al mismo tiempo, da a la vida de amor y comunión hogareña la grandeza de ser un reflejo privilegiado del misterio trinitario de Dios".

"El Niño Jesús, que crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría, en la intimidad del hogar de Nazaret (cf. Lc 2,40), aprendió también en él de alguna manera el modo humano de vivir. Esto nos lleva a pensar en la dimensión educativa imprescindible de la familia, donde se aprende a convivir, se transmite la fe, se afianzan los valores y se va encauzando la libertad, para lograr que un día los hijos tengan plena conciencia de la propia vocación y dignidad, y de la de los demás. El calor del hogar, el ejemplo doméstico, es capaz de enseñar muchas más cosas de las que pueden decir las palabras".

La Asociación de la Sagrada Familia en Medellín (Colombia, 10/7/2012), por Julio González, S.F.


La Asociación de la Sagrada Familia eligió ayer (9/7/2012), en el colegio Padre Manyanet de Medellín (Colombia), al matrimonio compuesto por Jorge Cardona y Luz Aida Quintero para presidir y coordinar los trabajos de la asociación.

LUZ AIDA y JORGE
En la reunión estuvieron presentes los PP. Yosman Hurtado, S.F. (Delegado de Pastoral de los Hijos de la Sagrada Familia en Colombia) y Julio González, S.F. (Delegado de Pastoral de los Hijos de la Sagrada Familia en Estados Unidos).

MANUEL VASCO y LUZ MARINA SANCHEZ (Vice-presidentes) con los PP. JULIO y YOSMAN.
Los matrimonios que forman el núcleo de la Asociación de la Sagrada Familia en Colombia se consagraron a Jesús, María y José, el pasado miércoles (4/7/2012) en una Eucaristía presidida por Mons. Francisco González, Obispo Auxiliar en Washington D.C., en la parroquia Jesús, María y José de Medellín.

Durante la reunión los matrimonios de la asociación recibieron los certificados de su consagración y debatieron varias propuestas y proyectos a realizar durante los próximos meses. En su saludo a los matrimonios presentes, el P. Julio agradeció a la Sagrada Familia este nuevo brote de la asociación en Colombia, cuyo caldo de cultivo ha sido el Proyecto Matrimonial Nazareno, y subrayó la importancia de la familia por ser la cuna de nuestra fe y de nuestra vocación.

"La familia es la primera escuela donde aprendemos a relacionarnos con Dios y con nuestros semejantes, pero no como 'maestros' sino como 'testigos'; por eso, la familia es tan importante para la Iglesia y para la sociedad: porque es en la familia donde comenzamos a amarnos, corregirnos y perdonarnos", dijo el P. Julio. "Si queremos ser piedras vivas de una Iglesia y de una sociedad más sanas y solidarias debemos prestar especial atención a las familias".

El P. Yosman, impulsor del Proyecto Matrimonial Nazareno, animó a los matrimonios a seguir formándose en la pastoral matrimonial, poniéndose al servicio de otros matrimonios jóvenes y de las parejas de novios que se preparan para ser testigos del amor de Dios a través del sacramento del matrimonio.

Al finalizar la reunión, el P. Yosman pidió al P. Julio que bendijera a los matrimonios y éste, a su vez, pidió a los matrimonios la bendición para los dos.

La misión del sacerdote, por Julio González, S.F.


Les decía esta mañana a mis hermanos y hermanas de la misión de Cundiyó, en New Mexico (USA), que la primera misión del sacerdote de la comunidad es darles testimonio y mostrarles que todos, sin excepción, somos hijos e hijas de Dios, miembros de la misma familia.

Cuando entramos en la iglesia no lo hacemos como González, Vigil, Sandoval, Rieckenberg, etc., sino como cristianos, hermanos y hermanas en Jesucristo.

El edificio, la iglesia, en donde compartimos y celebramos nuestra fe, es la casa donde rezamos, descargamos nuestras penas, lloramos, reímos, nos reconocemos pecadores y nos perdonamos, etc., no solo como vecinos o amigos, sino como hermanos y hermanas.

Si no podemos aceptar que las personas con las cuales rezo son mis hermanos y hermanas, entonces, nuestra oración cristiana pierde lo de cristiana.

He escuchado decir que la misión más importante del sacerdote es celebrar la Santa Misa, consagrar el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, lo cual es cierto. Pero también me gusta recordar a mis hermanos y hermanas que Jesús escandalizó a los maestros de la ley porque bendijo la comida de los pecadores con su presencia, y comió con ellos.

Jesús escandalizó a los maestros de la ley porque decía que el pecador había salido del templo justificado mientras el fariseo seguía dando gracias en primera fila por no parecerse en nada al desgraciado que con su pecado mancillaba la pureza del templo.

Jesus parece utilizar lo mas sagrado para decirnos: "Veis, ellos son tan dignos de mi presencia como vosotros".

Pero, ¡qué dificil es convencerles de que son familia! Siendo familia es la única manera de aprender a corregirnos y perdonarnos; siendo familia es la unica manera de aprender a discutir y pelearnos; siendo familia es la unica manera de enfrentarnos a nuestros conflictos, equivocaciones, a veces, hasta traiciones; siendo familia es la unica manera de aprender a rezar el Padrenuestro; siendo familia es la unica manera de aprender a amarnos... Uno aprende a pensar, a rezar y a ser cristiano... siendo familia!

Por eso, les dije, yo salí de mi casa, dejé el pais y la cultura en donde había nacido; por eso, no me casé ni tuve hijos, porque la primera mision del sacerdote es darles testimonio de que todos, sin excepcion que valga, pertenecemos a la misma familia. Yo renuncié a tener mi familia, como un gesto profético, para que ustedes vean que el amor que hemos recibido de Dios traspasa las paredes de mi casa y de lo que es mío.

Carlos de Foucauld en la espiritualidad de Nazaret, por José L. Vázquez Borau


La espiritualidad nazarena nos invita a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida como Él, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, ejerciendo un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina.

La espiritualidad de Nazaret es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones más ordinarias de la vida, a ejemplo del mismo Jesús, que no se evadió de la servidumbre de las relaciones humanas...

Esta espiritualidad de Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa y en la vida de familia, en el sacerdocio y en el laicado, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una espiritualidad de relación.

"El misterio de Nazaret manifiesta, más que ningún otro, la total integridad y verdad de la naturaleza humana de Jesús. Este misterio supone que Jesús apareció entre los suyos, hombre como los demás, sin manifestar en nada, durante los años de su juventud, su cualidad de Mesías. La vida de Nazaret es en resumidas cuentas el misterio de una ausencia de misterio en la vida humana y social de Jesús". (René Voillaume, citado por José Luis Vazquez Borau en "Carlos de Foucauld, y la espiritualidad de Nazaret)

Vivir la espiritualidad de Nazaret, vivir en comunión con la Iglesia, quiere decir ser fermento en la mesa. En palabras del obispo Pedro Casaldaliga significa: "optar por una cultura de la solidaridad y optar por los empobrecidos y sus causas; potenciar el ecumenismo; asumir los desafíos de la modernidad y contribuir con la especificidad del cristianismo a humanizar; apostar por la democratización de la vida y también de la Iglesia" (Vida Nueva, n. 1193 (Madrid 1994)

Pero, además, hemos de trabajar para que la Iglesia vuelva a Nazaret. Es esencial recordar que Jesús de Nazaret no estableció una religión más, sino que nos ofreció vivir una relación con Él.

Nazaret no es un período superado por la vida pública de Jesús. Es la buena noticia del Dios hecho hombre. Dicho de otro modo, la predicación del Reino sólo se puede entender en el contexto de Nazaret: Las Bienaventuranzas y el Mandamiento del Amor constituyen el programa de Nazaret.

La Iglesia debe volver a Nazaret si quiere la alegría de Dios cercano. Nazaret es la raíz de la Fraternidad en la Iglesia y en el Mundo, desmoronando toda organización de verticalidad y sometimiento. Decir Nazaret es decir Iglesia hecha con el Pueblo y para el Pueblo.

Decir Nazaret equivale a dar valor a lo cotidiano, a lo pequeño, a lo simple. Significa saber descubrir el valor redentor de una vida sencilla de personas del pueblo, con sus penas, trabajos y alegrías sencillas.

Jesús de Nazaret vivió como un hombre trabajador de su pueblo la mayor parte de su vida, y, después, en el desierto o durante su vida pública, no dejó de ser nunca un pobre del pueblo de Yahvé, como su familia y amigos. Ser contemplativos en lo cotidiano y normal de la vida, para realizar la Voluntad de Dios.


CHARLES DE FOUCOULD, tiene siete puntos acerca de la "IMITACIÓN DE NUESTRO MUY AMADO SEÑOR JESÚS.

En el Séptimo, escribe de la ·EVANGELIZACIÓN LIBERADORA DE Nazaret, Y DICE:

"Quien desee vivir según la espiritualidad de Nazaret tendrá que ser consciente de que ésta es la base de se existencia, ya esté en el desierto o en la misión apostólica. Es decir, no puede haber apostolado sin Nazaret ni desierto sin Nazaret, ni Nazaret sin desierto y apostolado".

Y recurre a los Evangelios para ver qué nos enseñan del modo de actuar de Dios, para que estos cuatro modelos que vamos a ,meditar inspiren nuestros pasos y actuemos en consecuencia:

— Belén:

Los evangelios de Lucas y Mateo nos presentan el nacimiento de Jesús con una gran belleza plástica y un profundo significado. Jesús nace en una cueva, refugio de animales, porque no hay lugar en el pueblo para José y María.

En Belén nace el Hijo de Dios. En esto se nos muestra la pequeñez de Dios. Su estilo no es la prepotencia de los conquistadores. El estilo de Dios se asemeja más a un niño que a un general. Dios es ternura.

Jesús nació extranjero. Para encontrar a Dios hay que salir fuera, entre los pobres y marginados. La escena del nacimiento de Jesús es de alegría. En la pobreza, en la marginación, en el silencio, en el anonimato, Dios está presente.

En Belén no hay discursos. Aquí los políticos no acuden pues no hay lugar ni al éxito ni al poder. En Belén sólo se encuentra la compañía silenciosa, la alegría profunda de los pobres que saben compartir.

— Nazaret:

Es el lugar del trabajo silencioso y anónimo. Lugar donde se vive la cotidianidad sin que esto trascienda a ninguna otra esfera.

Si comparamos los años de vida oculta de Jesús con los de su vida pública; si comparamos sus tiempos de silencio y anonimato con el tiempo de anuncio público, podemos concluir que la vida de Jesús fue prácticamente la de un hombre callado, desconocido. La vida de un obrero. Pero del interior de este silencio y de este anonimato surgió la relevancia del mensaje transmitido por Jesús.

Nazaret fue la palabra clave que movió a Carlos de Foucauld y a las Fraternidades que a partir de él surgieron. René Voillaume nos indica que:

"Las consecuencias que manan de este período de la vida de Jesús son importantes para nosotros. Jesús es el santo de Dios. Ahora bien, esa santidad se halló realizada dentro de las condiciones de vida más ordinarias, las del trabajo, las de la vida familiar y social en una aldea, y por ahí se encuentra afirmado con fuerza el hecho de que las actividades humanas más oscuras y más corrientes son perfectamente compatibles con la perfección del Hijo de Dios. Jesús, dentro de la sociedad de Israel, no era sacerdote ni rabino: ni tan siquiera siguió a Juan Bautista al desierto. El primer elemento de la espiritualidad de las fraternidades, en armonía con este misterio, consiste precisamente en creer en la posibilidad de una santidad evangélica de hijo de Dios, dentro de la condición ordinaria del hombre pobre, obligado a trabajar para vivir"(R.Voillaume, Por los caminos del mundo (Marova, Madrid 1973) 279

— Galilea:

En Galilea inicia Jesús su actividad pública y llama a sus discípulos. Es aquí donde anuncia la inminencia del Reino, la paternidad de Dios y libera a muchos oprimidos de su angustia.

Galilea es el lugar de la curación eficaz, del anuncio público, de la cooperación de algunos y de la incomprensión de muchos.

— Jerusalén:

En Jerusalén Jesús es condenado grotescamente y ejecutado vergonzosamente.

El Hijo de Dios es maltratado, insultado y crucificado. Jerusalén es el lugar del desconcierto, del fracaso. Pero, a la vez, punto central de la Historia de la Salvación.

El Hijo de Dios crucificado: las personas tratadas como animales. Ésta es la condición de inhumanidad que Dios escoge para librarnos. Dios eleva donde los hombres escupimos.

Cada uno de estos modelos contiene su verdad que se enriquece con la verdad de los otros. Pero hay que señalar que en cada uno de estos modelos, Belén, Nazaret, Galilea y Jerusalén, se encuentra la presencia silenciosa, acompañante y efectiva de María. En su pequeñez habitó el misterio de Dios. El acontecimiento nuclear de la Historia de la Salvación se realiza en una joven de Nazaret, perteneciente a los pobres de Yahvé. Y el plan de Dios no ocurre por casualidad.

María nos enseña la eficacia de la sola presencia, la importancia del silencio que acompaña. No se trata de una presencia que no comunica nada, sino de aquella que la hace exclamar en voz alta: "Mi alma glorifica al Señor" (Lc 1,46).

Nazaret, vino de salvación, por María Dolors Gaja, M.N.
















A lo largo de todo el Antiguo Testamento encontramos textos preciosos en los que se nos dice que Israel es la Viña del Señor. Los profetas se sirven de la imagen para echar en cara al pueblo de Dios haber defraudado a su Señor. Isaias entona un terrible lamento:

“Mi amigo tenía una viña en una fértil colina.
La cavó, la despedregó, plantó cepas selectas,
levantó en medio una torre y excavó también un lagar.
Esperaba que diera uvas pero dio agrazones”
(Is 5,1-2)

La antigua viña, el viñedo amado y cuidado por Yavhé ha resultado su gran decepción. El vino que le ofrecían los israelitas en sus libaciones cultuales (Gn 35,14) ha resultado vino aguado cuando estaba llamado a ser vino selecto ( Is 1,22).

Por eso Dios buscó odres nuevos que contuvieran el vino nuevo que estaba por llegar. Porque Dios es aquel que nunca se rinde y que en su segundo intento siempre logra el nuevo y definitivo fruto.

María será el viñedo, la parra fecunda que, plantada en la tierra de José, tierra de Dios, dará al mundo el vino que éste necesita.

La Sagrada Familia es la Nueva Viña, la cepa selecta que responde a los cuidados amorosos del Padre, el amo de la Viña. José y María serán torre y lagar de un nuevo cántico, de una nueva historia que forja la personalidad humana de Jesús, Vino de Salvación y Redención.

Dice un místico sufí que “las religiones son la copa donde se escancia el vino de la divinidad”. Dios se escanció, se derramó en libación en Nazaret. Es Él quien se ofrece para que la humanidad sea un banquete de fiesta. María y José son copa preciosa que recibe la mejor cosecha del Padre.

Ciertamente, cuando uno bebe un buen vino pocas veces repara en la copa que lo contiene. Del mismo modo, a lo largo de los siglos, poco hemos reparado en José y María como familia que contiene al mismo Dios. Siguiendo el símil de la copa María sería la parte superior de ésta: ella recibe y da forma – gesta- al Vino de Dios, ella lo retiene y permite así que la humanidad beba.

José, en cambio, es el pie de la copa pues él da a María la estabilidad necesaria para formar el hogar que el Vino de la Nueva Alianza precisa. Por otra parte, solemos coger la copa por su pie y José, con su larga genealogía, enraiza a Jesús en la humanidad, una humanidad que sostiene la copa y, aunque sus ojos vayan directamente al vino e incluso a la parte superior de la copa, sabe que Jesús es uno de los nuestros, nacido de mujer en una familia con antepasados ilustres y antepasados ignominiosos.

Desde que Dios vino al mundo en la viña de Nazaret, la fiesta se celebra y estamos a ella invitados. No nos cansaremos de decir que la espiritualidad de Nazaret no es una “devoción” más sino algo consustancial a nuestra fe. Podemos saberlo o no, sentirlo o no pero lo cierto es que en medio de tanto dolor y tanta injusticia ya está puesta la mesa del banquete y la copa rebosa. Sólo en la medida en que bebamos el Vino de Salvación el mundo será reparado.

Porque el vino se usa también para sanar heridas. Así nos lo narra la parábola del buen samaritano (Lc10,34). Los santos Padres han visto en ese hombre que baja de Jerusalén y es malherido a la humanidad, representada en Adán, que baja del Paraíso y es profundamente dañada. Jesús, cual buen samaritano se acerca a nosotros para sanar nuestras heridas con vino, con Él mismo. Y nos lleva a la posada, que es la Iglesia, donde le aguardamos hasta que vuelva. Los denarios administrados para nuestra sanación son los sacramentos que la Iglesia administra.

Jesús habló con frecuencia del vino. Tiene numerosas parábolas sobre viñas y viñadores e incluso recrea el texto de Isaias. De hecho su primer signo fue convertr el agua en vino bajo la solícita presencia de María. Muchas veces he oído comentar este milagro como signo de la gratuidad de Dios porque, para algunos, es un milagro casi “innecesario”. Parece que no tiene el mismo rango que curar a un ciego o a un paralítico. Dios es así, dicen algunos, sencillamente no quería que una pareja quedara mal en la fiesta de su boda. Es pues, un “detalle” de Jesús.

Creo que no. Me parece uno de los milagros clave o, quizá, el milagro clave. Por algo Juan, el Águila, lo pone en el frontispicio de la vida de Jesús. La presencia de Jesús convierte el agua de la humanidad en vino de divinidad. Ese es el milagro. La Alianza, la boda entre un agua que al entrar en contacto con el Vino no consigue aguarlo sino que, al contrario, se diviniza, es convertida en vino.

Cuando Jesús se sentó a la mesa en la última cena tomó una copa de vino. Y la convirtió en emblema de la Nueva Alianza. Como nuevo Melquisedec (Gn 14,18) ofreció pan y vino y creó un nuevo pueblo, una nueva familia que bebe el cáliz de Salvación cada domingo. Jesús moriría fuera de la Viña (Mt 21,39) después de probar vino y hiel y rechazarlo (Mt 27,34) porque ya el Antiguo Testamento había caducado. Y según sus palabras el Reino del Padre será un banquete en el que beberemos todos un vino nuevo que Él también espera beber.

Mientras llega ese día, acerquémonos a Nazaret para permanecer en Él, que es la Vid verdadera. Porque sin Él nada podemos (Jn 15, 1-8).

Los defectos de Jesús, María y José, por María Dolors Gaja, M.N.



Durante muchos años hemos vivido, creo, de un cliché estático de las tres figuras de Nazaret. Aunque parezca sorprendente quizá el que ha escapado más al cliché es Jesús: lo vemos gozoso, lo vemos llorar la muerte de un amigo, enfurecerse con los vendedores del Templo, acariciar niños...

En cambio a María, la Llena de Gracia, la concebimos así, siempre llena, siempre en plenitud. Como si se hubiera quedado en el momento de la Anunciación, ese que podríamos llamar su “momento fundante”. O la vemos en la cruz, dolorosa y fiel. A José lo llamamos – cuando nos acordamos- el varón “justo”. Y ya.

Leí recientemente un artículo que me hizo mucho bien porque desmontaba paso a paso una idea que tenemos muy arraigada: la santidad equivale a perfección. Y parece, decía el autor, que ser santo es algo tan simple como dejar pasar la Luz de Dios a través de tu vida, con la psicología que tengas. De la misma manera que un vino excelente puede beberse en una copa de cristal de bohemia o en una copa comprada en un bazar, Dios se sirve de toda persona para manifestarse. Ha habido santos impacientes, con mal genio, tozudos...ha habido santas que somatizaban sus angustias, hipersensibles o excesivamente temerosas o audaces. Y murieron con esas particularidades, con esos defectos que eran propios de su psicología. Pero fueron santos.

Imaginar que José, María y Jesús no tienen sus fallos humanos, sus “defectos” es negarles, en cierto modo, la posibilidad de ser humanos. Si el verbo de Nazaret es “crecer” y ya desde el principio son “perfectos”...¿no nos estamos alejando de entender radicalmente que Dios se hizo carne? ¿que Dios acepta ser sujeto de perfección, que María y José tienen un camino que andar? Tener defectos es propio de la naturaleza humana y es, también, camino de santidad. Asumir los propios y los ajenos nos hace semejantes a Dios, nos acerca a su corazón misericordioso.

Me impresionó que Rita Levi-Strauss, premio Nobel de medicina, hiciera, hace muchos años, un serio y científico elogio de la imperfección.

Según ella, sólo las especies que nacieron casi perfectas no han evolucionado. El escarabajo de hoy día es un organismo igual al del escarabajo de hace millones de años. En cambio, continua la científica, la persona ha evolucionado muchísimo desde su aparición en la tierra. Porque no era perfecta. Así que, con todos los respetos, como no pienso tratar a la Sagrada Familia como una especie casi perfecta incapaz de evolución he reflexionado sobre sus defectos.

No es incompatible con la concepción inmaculada de María y José el pensar que la Virgen pudiera ser impaciente, que José pudiera estallar a veces y que el Niño Jesús, tres veces santo, pudiera ser tozudo como una mula. ¡Qué poco respeto, dirán algunos! Pero imaginarlos asumiendo también su fragilidad humana me reconcilia con la mía y aleja de mí la tentación, tan frecuente, de calibrar si voy mejorando o no, si supero o no ciertos límites, defectos o debilidades.

Hace muchos años me dijo un sacerdote: moriremos inmaduros. Me pareció una frase bonita. Hoy, cada vez la descubro, la sé más cierta.

Pero lo importante es que aún con defectos, ni José ni María ni Jesús obstruyeron nunca la Luz. Ellos fueron el ventanal por el cual entró Dios a raudales. Y, siguiendo la imagen de ese artículo que tanto me gustó, la Luz puso de relieve sus desconchones humanos. Por algo, y no sólo por temor santo de Dios, habla María de su pequeñez.

Es posible imaginar pues que María pudiera ponerse nerviosa con lo que le costaba a José cobrar un encargo, un trabajo realizado. La vemos enfadada cuando el niño desobedece y se queda en el Templo. Cabe pensar que José se pelearía alguna vez con Dios, que tan complicada carga le había encargado custodiar.

El evangelio dice muy claro que Jesús crecía. Maduraba, vencía defectos y límites. Pulsiones, tendencias y sombras. Dice también que María no entendía y meditaba esas cosas en su corazón. ¿Pediría alguna vez cuentas a Dios?

Lo cierto es que nada de esto está reñido con la santidad. La santidad se acerca al concepto de plenitud; tanto da, decía Teresa de Lisieux, si eres un vaso como un dedal. Los tres son personas plenificadas. Se saben tierra sagrada de Dios y, por lo mismo, se aman y aceptan tal cual son.

Los tres dicen habitualmente, como Jesús en Getsemaní: no mi voluntad sino la tuya. ¡Qué buena noticia pues la de Nazaret!

No tengo que ser un vaso perfecto, una ventana nueva, una tierra sin un pedrusco...Basta que me deje llenar de Dios, que deje pasar su Luz, que me deje sembrar por Él. Que no me pide la perfección sino la santidad.

Monday, July 9, 2012

Nazaret, espiritualidad de los acontecimientos, por María Dolors Gaja, M.N.


Vivir en Nazaret supone tener la audacia de asumir todas las preguntas que la persona se plantea buscando en los signos de los tiempos, en el día a día, en la rutina cotidiana, esa sinfonia maravillosa que es ver el mundo bajo la mano amorosa de Dios.

Vivir escrutando el cielo, masticando cada acontecimiento, dejándolo reposar en el corazón – como María- aceptando con naturalidad que se nos resista su significado sin por ello dejar de creer que tiene profunda significación cualquier tilde de nuestra vida.

Tener todas las preguntas y abandonar el ansia y la inquietud por las respuestas, creyendo que Él saldrá por algún lado para hacernos ver con claridad aquello que, para nuestro torpe corazón y nuestra mirada tantas veces opaca, permanece oculto en lo secreto.

Vivir en Nazaret supone creer que el ritmo de Dios no se detiene, que Él actúa siempre y que, no sabemos cómo, mil gracias derramando, pasa por mi pequeña tarea, mi dolor de cabeza, mi rabieta o malhumor, mi gozo y mi pena, dejándolos transfigurados, vestidos de hermosura.

Las preguntas que se haría María, las que se hizo José fueron, abandonadas en Dios, anclas que los amarró al cielo. Con frecuencia puede que no entiendas porqué ocurre esa desgracia, qué quiere decir esa inquietud que sientes en la oración, adónde te lleva ese nuevo compromiso, cómo acabará esa misión que has comenzado, de qué manera vas a soportar tanto dolor...esas son las preguntas que lanzadas al cielo pueden anclar tu corazón en Dios. ¿O acaso no te has fijado que el interrogante tiene forma de anzuelo? “Enganchados” a su corazón Infinito conoceremos no la respuesta que buscamos sino su Grandeza. Y conoceremos también que, pese a todo, nuestra pequeñez es esa lámpara que la Luz necesita para brillar en casa.

Vivir en Nazaret te anima a orientarte, como los marinos, como los antiguos peregrinos, mirando las estrellas. La de Nazaret es una espiritualidad sideral, una espiritualidad que te hace mirar la tenue luz de las estrellas para saber dónde poner el paso siguiente. Nada más. Paradójicamente este escrutar al cielo no nos asegura la Luz pero sí la voz de Dios diciendonos constantemente: no tengas miedo, yo estoy contigo.

Vivir en Nazaret es aceptar vivir como la mayoría o la casi totalidad de los humanos: en el anonimato y en la noche. Pero desde una fe y una confianza tan profunda en la misericordia de Dios, en que todo lo encamina al Bien, que la noche se hace transparente. Es noche que no interrumpe su historia con nosotros. Porque de noche sucedieron las grandes claves históricas de la Salvación: una noche nace Aquel que es Luz del mundo y una noche, más clara que el día, lo ve resucitar. En la noche pues, pero como centinelas. En la noche, pero como vírgenes que sostienen su débil lámpara. Una lámpara que no las ilumina a ellas sino que señala el camino al Esposo...

Nazaret es intemperie. No hay mañana seguro pero es el futuro. Es maná agradecido, jamás despensa. Es provisionalidad y abandono, libertad y pobreza.Nada hay seguro en Nazaret salvo la Providencia de Dios. Nada puede darse por sentado ni por sabido porque Él puede ampliar la tienda que lo aloja – el corazón- o sacarte de la tierra para llevarte a una que sólo Él ve. Mas para quien ama la humanidad de Dios, para quien ama Nazaret, una oficina, una cocina, una cama o silla de ruedas, puede ser su Nazaret. Basta con aprender a leer los signos pobres, con azuzar el espíritu y no dejar que se aletargue, con ir soltando amarras para anclarse más en Dios.

Nazaret no es un camino hecho, es una senda que mis pasos deben abrir cada día. Nadie va a Dios por el mismo camino que otro ha ido, dice el poeta.

Asumir Nazaret es, en definitiva, asumir un Dios extraño. Un Dios que no hace ostentación, que no ama ni busca las manifestaciones incuestionables. Tampoco es un Dios que se esconda, como quien juega. Somos nosotros que, teniéndole delante no le vemos. No sabemos entenderle, no sabemos escucharlo.

Por eso, Nazaret es la escuela de toda la humanidad, de toda la Iglesia. ¡El mismo Jesús aprendió en Nazaret a descubrir la Voluntad de Dios sobre Él!

Vayamos pues a Nazaret. Porque es en los acontecimientos, en la vida cotidiana, que Dios sigue obrando en mí. Es en todo lo que sucede y me sucede que yo puedo crecer – como Jesús- en sabiduría y gracia.

A nosotros nos ha sido dado conocer los designios secretos del Reino (Mt 13,11). ¿Por qué pues, somos capaces de interpretar el aspecto del cielo y no sabemos leer los signos de los tiempos? (Mt 16,3)

Que Jesús, María y José sean nuestros maestros.

Nazaret, espejo de lo invisible, por María Dolors Gaja, M.N.


De pequeña circulaban por mi casa unos tebeos llamados “Vidas ejemplares”. Podían ser de un inventor, un explorador o un santo y me hicieron un gran bien. Recuerdo perfectamente las viñetas de la vida de Thomas Edison y siempre me ha acompañado la escena en que, siendo él pequeño, su madre enfermó de gravedad y el médico decidió practicarle una intervención en el mismo hogar. Pero no se decidía porque no había luz suficiente.

El pequeño Thomas, viendo que su madre corría peligro, salió de su casa y rompió los cristales de una sastrería cercana de la cual sustrajo dos grandes espejos que colocó al lado de la cama de su madre para luego buscar todos los quinqués posibles. La luz aumentó al reflejarse y el médico, deshaciéndose en alabanzas del niño, pudo sanar a la madre.

La Luz es el misterio inefable que todo lo envuelve y a todo da vida. Ella da identidad, hermosea y transfigura sin destruir nada. Jesús se definió a sí mismo como Luz del mundo (Jn 8,12). Pero esa Luz nació en un hogar que reflejaba “como en un espejo, la Gloria del Señor” (2 Co 3,18). Nos parezca o no posible, Jesús creció en Nazaret y al crecer, creció y se expandió la fuerza de su Luz. Y esa es nuestra vocación: ser espejo de la Luz.

Nazaret supone vivir en clave de Magnificat y al cantar el Magnificat, María afirma con rotundidad que su alma engrandece a Dios. ¿Podemos engrandecer a Dios que es el Creador de todo? ¿Puedo yo, criatura, hacer más grande a mi Creador? José y María así lo hicieron. Sus corazones fueron tan límpidos y transparentes que reflejaron la Luz de Dios y la multiplicaron ante nuestros ojos, poco avezados a ver al Invisible. Dios se proyectó sobre Nazaret, sobre esa pareja originaria de una Nueva Creación y recreó la faz de la tierra.

Tengo para mí que el dogma de la concepción inmaculada de María y de José ( el de José no es aún dogma pero sí verdad sencilla en la que muchos ya creemos. Porque si Dios se escogió una madre sin pecado, ¿iba a escoger un padre pecador? Sólo es posible responder afirmativamente a eso si creemos que la maternidad física de María es lo más importante. Algo que Jesús mismo desmiente cuando elogian a su madre y Él reconduce el elogio para incluir a José: Felices lo que escuchan y creen... tiene mucho que ver con ese reflejar y multiplicar la Luz.

El alma rota por el pecado es como un espejo que se hace añicos: refleja fragmentos de Luz, fragmentos de Dios. Cada vez que pecamos “empequeñecemos a Dios” porque nos rompemos y así rompemos la imagen del Dios Invisible que es Luz y Amor. Dios no se empequeñece, lo que se empequeñece es la imagen que de Él transmitimos. José y María no hacen “más grande a Dios” pero al vivir la unicidad de corazón, al ser un magnífico espejo sin fisura alguna, al ser grandes ellos, reflejaron como nadie la Luz de Dios que, desde Nazaret, sigue llegando a nosotros. Porque el Misterio de Nazaret es como el nacimiento de una nueva estrella cuya luz nos va llegando millones de años después de nacer.

No obstante, Nazaret es tan solo preludio del cielo. “Ahora vemos como en un espejo, después veremos cara a cara...y conoceremos todo tal como Dios nos conoce” (1Co 13,12) Si Jesús es Imagen del Dios invisible, ser de Nazaret significa ser Imagen del Cristo. Para ello es preciso “despojarse de las obras de las tinieblas y revestirnos de la armadura de la Luz” ( Rm13,12).

Ser de Nazaret significa engendrar cada día a Dios y eso sólo es posible si vivimos en el Espíritu. Porque si el Espíritu hizo brotar la vida en un seno virginal y en las entrañas estériles de Isabel puede sin duda reunificarnos por dentro. Para Dios nada hay imposible, basta que dejemos nuestros fragmentos rotos en sus manos y le pidamos que sople su hálito divino, el único que nos devolverá la unidad que rompe el pecado.

Dios viene a nosotros por caminos distintos de los que nosotros frecuentamos para “alcanzarle”. La humildad y el abandono son sus senderos preferidos. Senderos propios de Nazaret desde que José y María los frecuentaron y desbrozaron para nosotros.

http://www.vivirennazaret.blogspot.com/

Desideria, por M. Maria Dolors Gaja




















Quiero presentaros a Desideria. No basta decir que es una figura inventada por san José Manyanet o que es la protagonista del libro Escuela de Nazaret. Desideria es mucho más porque Desideria, lo sepamos o no, somos todos.

La palabra “deseo”, manchada durante algunos años, ha sido rehabilitada desde la exégesis bíblica y la psicología de más alto nivel. Que es donde se sitúa Desideria.

Hoy existen ya muchos libros que nos hablan de nuestros deseos más profundos, del deseo de Dios y de un Dios deseante. En realidad, la Biblia es la historia de un ardiente deseo, a veces correspondido, a veces desoído y apagado. Pero siempre vivo.

Desideria, esa figura tan manyanetiana, es una mujer y eso me parece interesante. Es verdad que es el trasunto del alma, que propiamente encarna toda alma deseosa de Dios, pero que sea una mujer, tan convertida en “objeto de deseo” a lo largo de los siglos, tan dañada y tan distorsionada, impone una reflexión.

La mujer es espacio natural de recepción y creación de vida. Nuestros deseos, debidamente atendidos, son los que configuran nuestra vida. Los que nos crean y recrean. Dicen que la mujer es frágil pero sabemos cuán fuerte puede llegar a ser. Nuestros deseos de Dios son, a menudo, muy débiles pero basta atenderlos un poco para transfigurar toda nuestra existencia. El deseo de Dios, seguido y saciado, ha sido la única forja de santidad. La mujer también es, en general, más intuitiva.

Se habla, con cierta sorna, de la intuición femenina. Ese sexto sentido es un camino para alcanzar a Dios, a quien sólo podemos intuir, vislumbrar…No quiero hacer aquí un elogio de la feminidad pero veremos como Desideria va a necesitar seguir el deseo naciente de Dios, guiarse por cuanto sólo es capaz de intuir y ser creadora de un nuevo ser…en la forja de Nazaret.

Se ha definido el deseo como una atracción hacia algo percibido como bueno. Nuestra experiencia religiosa nos dice que nada hay más bueno que Dios. Desear a Dios no es algo “aparte” de nuestros otros deseos. No se contrapone al deseo familiar, de amistad o de cubrir nuestras necesidades: el hambre, por ejemplo. Pero es la cumbre de todo deseo y orienta los otros. Es Dios quien nos ha constituido seres capaces de relación y en esa “relacionalidad” ha querido incluirse Él. Desde nuestro primer hálito, le deseamos.

En la Bíblia, y especialmente en el Antiguo Testamento, existen muchas imágenes y textos del deseo de Dios:

a Ti elevo mi alma, Sal 24,1
levanto mis ojos a Ti, que habitas en los cielos, Sal 122, 1
mi alma tiene sed de Dios, Sal 41,2;
a Ti anhela mi carne, como tierra árida, sin agua, Sal 62,2b
mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por Ti
oh Dios, tu eres mi Dios, desde la aurora te busco, Sal 62,2a;

La imagen del exilio del Paraíso y de la Tierra prometida así como el Cantar de los Cantares son altos exponentes de ese deseo que cruza el Antiguo Testamento. Pero también los textos que nos narran peregrinaciones a Jerusalén, búsqueda de pastos, migraciones etc., son imagen del deseo que, esencialmente, nos pone en marcha. Porque el deseo se percibe siempre como carencia de un bien y ello nos dinamiza, nos mueve.

Ya hemos visto que el tema del deseo de Dios es inherente a la persona. Es, además, el gran tema de la vida espiritual y a lo largo de la historia se ha tratado desde distintos ángulos y con distintas imágenes, alcanzando en los místicos sus cotas más altas: “¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?” (San Juan de la Cruz). La vida pues, no es otra cosa que un éxtasis, una salida de sí para unirse al objeto de nuestro deseo más profundo: Dios.

Manyanet trata este tema, ya clásico, con la bella figura de Desideria. Cabría resaltar dos aspectos en esta figura femenina:

El nombre: Nomen est omen. El nombre en la biblia es vocación, augurio de misión, definición de la persona. Manyanet da al paradigma de la vida espiritual el nombre de “deseosa”. Sin deseo de Dios no hay vida en el Espíritu.

-- Las visitas

Muy en la espiritualidad del siglo XIX y XX, Manyanet recoge la devoción de las “visitas espirituales”, que, en este caso, él aplica a la Sagrada Familia.

Algunos hombres de su época escribieron “visitas espirituales” que se hicieron famosas. En el ámbito catalán, al cual Manyanet pertenece, basta recordar la “Visita espiritual a la Mare de Déu de Montserrat” del obispo Torras y Bages.

-- ¿Cómo son las visitas de Desideria?

A menudo, o por lo menos de vez en cuando, todos hemos hecho alguna visita de cortesía. ¿ Quién no tiene experiencia de cumplir con un compromiso que la vida social nos ha marcado? Son visitas que pesan, que, a veces, se postergan y que, gustosamente, delegaríamos en alguien.

Las visitas de Desideria no son de cortesía y ésta es su primera enseñanza: en la vida espiritual no nos basta con “cumplir” con Dios, con no faltar a lo esencial, con ir a misa y alguna cosa más...




















Hay otro tipo de visitas: las que se hacen para acompañar a alguien. Son visitas de amistad, de amor. Visitas que se desean, aunque a veces cuesten, porque nacen de las aguas más profundas del corazón. Con frecuencia hemos visitado un enfermo, un anciano. Hemos estado horas para estar, simplemente, al lado de.

Y hay, también, otro tipo de visitas: las de aprendizaje, aquellas que un alumno aventajado hace al maestro en la intimidad de su casa. Supone un honor que el maestro abra las puertas de su casa a sus alumnos y las experiencias humanas nos relatan cuánto aprendieron en esas tertulias caseras algunos de nuestros personajes más ilustres. Y cómo, insensiblemente, pasaron de alumnos aventajados a discípulos.

En Desideria se cumplen estos dos últimos tipos de visita. Ella se acerca a la Sagrada Familia para aprender y para estar con ellos.

¿Cuál es el proceso? ¿Cómo se inician las visitas? ¿Cómo puedo acercarme yo a la Casa de Nazaret?

La visita responde a “toques interiores” es decir a mociones espirituales por las cuales Dios mismo nos va marcando el camino. Nuestro deseo de Dios nace en Dios mismo: Desideria va a Nazaret “atraída por la exquisita fragancia de vuestras virtudes” ( E.N. I,I ).

Dios nos seduce lentamente, nos ata con suaves lazos. Aunque hay en la historia conversiones radicales es más frecuente la lenta transformación. Porque Dios se parece más a un alfarero que a un mago.

Acercarse a Dios supone también el atrevimiento, la “parresía” de los hijos de Dios: "perdonad mi atrevimiento" (E.N.I,I ) dice en repetidas ocasiones Desideria.

Y toda visita tiene un objeto, un fin; Desideria enumera algunos de estos fines:

La dicha de poder visitaros
Escuchar las palabras de paz y vida eterna
Ofrecer no sólo lo que se tiene y vale, sino el corazón.
Buscar ánimo, aliento y comprensión para mis defectos e ignorancias...

Este proceso supone haber “discernido” mis propios deseos, saber cuáles me producen dicha, paz, qué deseos me humanizan, me llevan a aprender cómo ser más mujer, más hombre de Dios. Supone también saber dónde hallo fortaleza para mi debilidad, aliento para mis desánimos. E implica también acercarse con deseos de ofrecer a Dios lo que soy, mis luces y mis sombras.

A lo largo de las distintas visitas, Desideria se mostrará “ansiosa, deseosa, agradecida, acostumbrada...y resuelta a poner por obra lo que aprende en Nazaret”.

Para ello, hará falta un grado de intimidad: "Siéntate cerquita" ( E.N. I,I ) le dice Jesús a Desideria. No obstante, para gozar de ese grado de intimidad son necesarias unas condiciones que tanto María como José le recuerdan:

Acercarse con infantil sencillez y confianza
Escuchar con atención y agradecimiento
Guardar diligentemente las divinas palabras en el corazón.
Ser agradecida y fervorosa.
Acrecentar la esperanza
No arredrarse ante las dificultades.
Ser humilde.
Poner en obra cuanto se aprende en las visitas a la Sagrada Familia

Sin embargo, la visita, el encuentro con Jesús, sólo se da si el alma se abandona y se deja guiar por esos “toques interiores” que antes citábamos:

“Por dicha tuya has dado asentimiento a la divina inspiración y te has resuelto a venir a esta nuestra casa que es morada de paz y verdadera alegría. Sí, hija, no temas: aquí se te enseñará y encontrarás lo que quieres y tu corazón desea. (E.N. I,I )

Así que no basta la acción divina. Él necesita que colaboremos activamente en nuestra propia salvación. Pero Manyanet es consciente de que el deseo de Dios puede oscurecerse y hasta apagarse. La vida espiritual es un camino hacia la unificación interior: “Lo que quieres y tu corazón desea” dice María que podemos hallar en Nazaret.

Nos movemos, por tanto, en dos niveles que, en Desideria, ya se han unido: el deseo profundo de Dios está en mí porque Dios mismo lo ha sembrado. Ese anhelo de santidad, esos deseos de ser de Dios, ese deseo de vivir el evangelio en radicalidad... esa es mi verdad más auténtica porque en el fondo nos definimos por lo que deseamos. Pero “lo que quiero”, aquello que tiene como sujeto mi voluntad, mis actos, mis compromisos, mi tiempo... ¿va solidificando, fortaleciendo, haciendo más explícito el deseo sumergido de Dios? ¿Lo que quiero en la vida es exactamente lo que mi corazón desea?

Manyanet constata que con frecuencia vivimos alejados de la santidad a la cual todos hemos sido llamados. Y expone dos causas que reitera a menudo: la distracción y la tibieza. Hoy diríamos, quizá, la superficialidad y la mediocridad. Ambos temas dan para largas reflexiones que no deseo incluir aquí. Retomemos pues el deseo de Dios. Sí, Él lo ha sembrado en nuestro interior pero ¿qué nos hace conscientes de Él? ¿Qué lo despierta?

Todos tenemos la experiencia de haber conocido a personas que desprendían paz interior y gozo sin apenas decir nada. Todos hemos “estado bien” a su lado aunque no hiciéramos ni dijéramos nada trascendental. Sabíamos también que esas personas no habían tenido una vida distinta, eran “normales y corrientes”, tenían dificultades, luchas, dolor...pero no acababan de ser “normales y corrientes”. De una manera u otra su cercanía y esos rasgos que las diferenciaban las convertían en un faro luminoso.

Nada despierta tanto la sed de Dios como encontrarse con un sediento de Dios. Y si alguien personificó esa sed fue María. Y fue José. Por eso Desideria va a Nazaret “atraída por la exquisita fragancia de vuestras virtudes”.

La virtud, esa palabra casi olvidada, es camino y reflejo del deseo auténtico de Dios. De ello reflexionaremos más adelante.

La nueva evangelización y la espiritualidad de la Sagrada Familia, por Julio González, S.F.


Espìritualidad encarnada,
histórica y de comunión

La espiritualidad de la Sagrada Familia se nos muestra a través de los miembros de una familia o comunidad de fe. Se trata de una espiritualidad encarnada, histórica y de comunión, es decir, basada en el testimonio antes que en la doctrina, en la experiencia antes que en la idea, en el misterio antes que en el silencio. La espiritualidad de la Sagrada Familia forma parte de lo que se ha llamado “nueva evangelización”.

Palabras como “espiritualidad encarnada” o “nueva evangelización”, son explicadas en los libros y en conferencias, sin embargo, la sabiduría que estas palabras comunican no puede ser comunicada solamente a través de manuales y lecturas; más bien se trata de una espiritualidad basada en la contemplación y el testimonio, la palabra y el gesto.

La nueva evangelización no es una doctrina, sino una nueva manera de “sentir” y ser miembro de la iglesia, de relacionarnos, de celebrar nuestra fe y orar. La nueva evangelización no se produce cambiando solo los libros de texto.

La fe pone en marcha el proceso de conversión alterando nuestros esquemas, prejuicios y seguridades. La gente que nos conoce percibe que algo está cambiando en nosotros porque el modo como nos ven y el modo como los vemos no es el mismo. Más tarde reflexionamos estas vivencias, pero una fe que no se ha sentido en el desierto, la oración, la mortificación, el conflicto, la duda, la promesa... es una fe formada de ideas en vez de experiencias.

La fe desafía nuestras ideas

La nueva evangelización retoma el sentido bíblico de fe, la cual no nace como una “idea” sino como una “experiencia” que a menudo contradice y desafía nuestras ideas.

La espiritualidad de la Sagrada Familia es un ejemplo de espiritualidad encarnada, de ahí que la:

a) experimentamos a través de nuestros sentidos, emociones, alegrías y tristezas
b) vivimos y celebramos en familia (iglesia doméstica)
c) compartimos y ofrecemos en comunidad (iglesia local)
d) reflexionamos y meditamos con la guía del evangelio y la tradición de la Iglesia (iglesia universal).

La fe: encuentro con una persona y una familia

La nueva evangelización retoma la experiencia de fe aquellos hombres y mujeres cuyas vidas fueron transformadas por el encuentro con una persona que los llamaba a ser familia, comunidad, pueblo...

Cuando vivimos nuestra fe como una llamada a la comunión de vida, oración y trabajo con nuestros hermanos/as, nuestra espiritualidad nazarena es profética, sacrificial, redentora y novedosa, sin embargo, cuando nuestros intereses nos alejan de la familia o comunidad a la cual pertenecemos, entonces, nuestra espiritualidad nazarena se deteriora hasta el punto de hacerse irreconocible e inútil para los planes de Dios.

La espiritualidad nazarena no es una ideología que limita nuestra experiencia de Dios a unas explicaciones o doctrinas. Se trata de una espiritualidad siempre en gestación y, por tanto, siempre trayendo nueva vida al pueblo de Dios.

Fe y espiritualidad

La fe cristiana no nace de nuestros deseos, expectativas y planes, sino del deseo y los planes de Dios. La fe la hemos recibido de Dios, pero nuestra manera de expresarla y celebrarla se concreta en el testimonio personal, dando origen a una espiritualidad.

ESPIRITUALIDAD/ Una familia para las familias, por Julio González, S.F.



























En la familia de Nazaret encontramos el modelo de hombre y de padre (José), el modelo de mujer y de madre (María), el modelo de hijo y de persona (Jesús). Son diferentes modos de realizarse como persona en comunión con los demás, sin excluir a nadie, ya que que la harmonía vivida en la Casa de Nazaret no depende de los roles que tienen sus miembros sino del amor incondicional que los ha unido. Este amor es no solo humano en su expresión sino también divino en su misterio y universalidad.

La vida y el testimonio de la Sagrada Familia se propone a todos, sin excepción. Por eso, la Sagrada Familia no es modelo solamente para unas familias sino para toda la Iglesia (familia de familias).

Tradicionalmente, se ha propuesto a la Sagrada Familia como modelo de comunidad religiosa: Jesús, María y José, aceptan el plan de Dios y lo realizan siendo obedientes, castos y pobres. Sin embargo, la Sagrada Familia no puede ser reducida a ser solamente el modelo de la vida religiosa consagrada.

Dios se hace presente en el hogar de Jesús, María y José, para que todas las familias puedan sentir y reconocer la cercanía de Dios. De ahí, que la Iglesia propone la espiritualidad de la Sagrada Familia como respuesta a los interrogantes, temores, desafíos, tristezas, gozos y esperanzas de las familias de hoy.

Las capillas de la Sagrada Familia, por mossen Xavier Aymerich


Todos tenemos en la mente estas cajitas de madera, con una imagen de Jesús, María y José en su interior, con un cristal delante para protegerla pero a la vez permitir la visión, y con una asa para poder ser transportadas. Sabemos que la tradición de los "coros" de la Sagrada Familia está muy arraigada en Catalunya (España).

No es fácil retroceder en la historia para encontrar el origen. De hecho, consta desde muy antiguo la tradición de estas capillas, no sólo de la Sagrada Familia, sino de imágenes diversas de la Virgen o los santos, que iban pasando de casa en casa como una forma de devoción y de oración.

Lo cierto es que el papa León XIII instituyó en 1892 la Asociación de la Sagrada Familia, para promover entre las familias el culto a la Sagrada Familia de Nazaret y tomarla por modelo de virtudes en las propias casas. Esta asociación difundió todo tipo de imágenes y estampas de la Sagrada Familia para tener en un lugar visible de las casas particulares, y facilitar la oración en familia, entre ellas, evidentemente, nuestras capillas.

En esta línea se promovió pocos años después la Visita Mensual Domiciliaria, que organizaba la circulación de las capillas en "coros" de varias familias, con una "celadora" responsable.

Hay que mencionar también el papel que tuvieron en nuestra casa los Hijos de la Sagrada Familia, congregación fundada por san José Manyanet, el carisma del que era precisamente el de ayudar a las familias con la espiritualidad propia del hogar de Nazaret, recordemos que el padre Manyanet fue el inspirador del templo de la Sagrada Familia de Barcelona.

Los religiosos manyanetianos y su revista "Sagrada Familia" (creada en 1899), colaboraron mucho en la difusión de esta devoción y tradición. De hecho, los libretos de la Visita Mensual Domiciliaria, con textos, oraciones e instrucciones, que se publicaron abundantemente hasta nuestros días, los editó esta Congregación. Y aunque vale la pena mencionar el popular "Himno a la Sagrada Familia", con la letra del padre Jacinto Verdaguer y música del padre Luis Romeu, que muchos son capaces de entonar de memoria: "Jesús, José y María, oh nombres más dulces que miel”.

La tradición de las capillas de la Sagrada se mantiene en muchos lugares, aunque a menudo poco conocida, recluida en casas mayoritariamente de personas mayores que la conservan desde hace muchos años. Hay que reconocer que la manera de funcionar los coros, con unas normas concretas, y con unas oraciones y textos antiguos, dan esta imagen de forma devocional pasada de moda. Pero querría aportar una experiencia muy actual.

En la parroquia de San Miguel Arcángel de Molins de Rei encontramos hace unos meses, haciendo limpieza de algunos armarios de la rectoría, cinco capillas, viejas y bastante deterioradas. Las hicimos restaurar y las ofrecimos a las familias que quisieran tenerlas durante unos días en su casa. Sin seguir unos ritmos estrictos sino flexibles (una semana, quince días, o incluso un mes), agrupando las familias en grupos cercanos y conocidos aunque fueran pocos, y tan sólo pidiendo el compromiso que cada uno lleve la capilla a la familia siguiente de la lista.

Se presentaron muchas familias, sobre todo con niños en edad de catequesis, que se les presentaba como una propuesta nueva y atractiva. Asimismo, descubrimos que había "circulando" por la villa cinco capillas más que seguían con más o menos orden la práctica tradicional, y tres familias que las tenían en su casa después de haberse deshecho el coro. Rehicieron los coros, renovaron las listas, y ahora son trece las capillas que vuelven a ir de casa en casa. El día de la fiesta de la Sagrada Familia todas las llevan a la iglesia, las exponemos en el altar propio que tenemos en la parroquia, y cantamos juntos, al final de la misa, el Himno a la Sagrada Familia.

Es un ejemplo de una tradición antigua que, adaptada a la realidad actual, se puede recuperar y reanudar. En todo caso, una oportunidad para ayudar a vivir la fe en las familias, gracias a una presencia sencilla pero bonita y claramente evangelizadora.

Mossen Xavier Aymerich es rector de la Parroquia San Miguel Archangel de Molins de Rey, en Barcelona (Espana).

Oración, formación y misión, por Julio González, S.F.














El crecimiento emocional y espiritual de los miembros de la Asociación de la Sagrada Familia se ve favorecido por el tiempo que dedicamos a:

- la oración,
- el estudio de la Biblia
- las celebraciones de la familia y de la comunidad
- la ayuda a otras personas/familias.

La formación y educación cristianas incluyen siempre estos cuatro elementos:

ORACIÓN + CONOCIMIENTO + CELEBRACIÓN + COMPROMISO.

Hay tiempos en los que nos sentimos más dispuestos a participar en unas actividades que en otras. Esto es normal y hasta muy oportuno. De ahí que, mientras unos miembros de la asociación ayudan a otras familias participando en proyectos y actividades de solidaridad, otros miembros de la asociación profundizan en el conocimiento del evangelio y de la espiritualidad de la Sagrada Familia. A todos les une el mismo espíritu y la misma vocación: “Hacer un Nazaret de cada hogar”.

Los miembros de la Asociación de la Sagrada Familia participan en la misión de la Iglesia aportando su propia espiritualidad nazarena, recibiendo una formación continuada e implementando proyectos de solidaridad con las familias más desfavorecidas.

Están unidos por la oración, la meditación de la palabra de Dios y la contemplación del misterio de Nazaret. Conocen en profundidad su identidad de bautizados a través del estudio de la Biblia y la tradición de la Iglesia y ponen a prueba su vocación de hijos e hijas de Dios sirviendo en primer lugar a los hermanos y hermanas (familias) que más necesitan de su oración y ayuda.

De este modo, la espiritualidad de la Sagrada Familia traspasa el ámbito de lo privado y particular para edificar una iglesia de familias en donde el perdón, la reconciliación y la comunión son más fuertes que las contradicciones, fracasos, debilidades y pecados que nos separan.

El primer reto de la Asociación de la Sagrada Familia, por Julio González, S.F.

SAGRADA FAMILIA DE MURILLO

El primer reto de la Asociación de la Sagrada Familia es conocer y presentar a la Sagrada Familia como el modelo de familia y de relaciones humanas a todas las familias y a la Iglesia.

No se ama lo que no se conoce y la Sagrada Familia de Nazaret sigue siendo veintiún siglos después una gran desconocida para muchos cristianos e instituciones.

Esto es debido, en parte, al silencio de los años que Jesús pasó en Nazaret, junto a María y José, y en parte, a que podemos haber cometido el error de hacer una Sagrada Familia a imagen y semejanza de nuestras ideas y creencias, las cuales, debido a su anclaje en un tiempo y geografía determinados, no pueden abarcar en su totalidad la universalidad del plan de Dios con respecto a la familia y aquellas otras instituciones que colaboran en el desarrollo humano y espiritual de las personas.

En este blog encontraréis recursos y materiales que nos permitirán adentrarnos en el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret y en su espiritualidad.