Thursday, April 2, 2015

Familias misioneras desembarcan en los pueblos de la montaña asturiana (España) para apoyar la Semana Santa

Llega la Semana Santa y con ella un populoso grupo de misioneros venidos de Madrid que acuden a Asturias para ayudar a los párrocos que prestan servicio en los concejos de Piloña, Amieva y Ponga. No es la primera vez que lo hace. De hecho en este 2015 se cumple el décimo aniversario de esta iniciativa denominada ´Familia Misionera´ en Asturias.

Su objetivo es ayudar a los párrocos de estos concejos que tienen muchos pueblos a su cargo. En esta ocasión serán 67 las personas que participen de esta singular iniciativa que ellos mismos denominan «misiones rurales».

«Nosotros lo que hacemos es ponernos a disposición del párroco. Normalmente suele ser un mismo sacerdote el que atiende a varios pueblos que están dispersos entre sí y nuestra manera de ayudar es ir casa por casa visitando a la gente de esos pueblos, a los que trasladamos el mensaje del párroco», explica Carlos del Castillo, un veterano de estas peculiares misiones rurales que se desarrollan anualmente durante la Semana Santa en el Oriente asturiano.

En la jornada del miércoles irán llegando 67 los misioneros que acuden a colaborar a la comarca este año. En concreto ´echarán una mano´ en los pueblos de Piloña, Ponga y Amieva, aunque fijarán su base en Cangas de Onís. Allí el grupo se alojará en las instalaciones del Colegio Reconquista y también en una de las casas del Santuario de Covadonga.

La iniciativa ´Familia Misionera´ está impulsada por ´Regnum Christi´ (Legionarios de Cristo) y precisamente son familias las que acuden a desarrollar la labor de colaborar con los párrocos de los concejos citados.

En total este grupo de 67 personas estará compuesto por 14 familias. Habrá 30 personas adultas, 32 niños y dos bebés, a los que acompañarán 3 sacerdotes legionarios de Cristo y 2 consagradas.

Carlos del Castillo lleva ya 14 años participando en este tipo de misiones que se realizan por diferentes puntos de España. En esencia lo que buscan estas personas con esta iniciativa religiosa es compartir su fe con los lugareños en un momento tan especial para los cristianos como es la Semana Santa.

«El visitar a las gentes de los pueblos en sus casas nos sirve también para detectar las necesidades de estas personas y se las hacemos llegar al párroco», indica del Castillo.

Su labor es especialmente importante en el caso de los mayores. «Hay ocasiones en las que nuestra tarea se centra en hacer compañía a personas mayores que viven solos y tienen poca movilidad», señala.

Este veterano misionero recalca que «nosotros somos seglares» por lo que no imparten sacramentos como el de la confesión o la comunión. Esa es tarea de los sacerdotes. Pero lo que sí que pueden hacer es recoger las peticiones de los vecinos de los pueblos que tengan interés en recibir esos sacramentos y que, por sus problemas de movilidad, no puedan acudir a las iglesias principales de la parroquia a recibirlos. Ellos se las trasladan al párroco para que éste visite a los vecinos que reclaman su atención.

Lo que sí tratan estos misioneros en los pueblos a los que acuden es que «se celebre un Vía Crucis y que los vecinos participen en las celebraciones litúrgicas».

Éstas no se ofician en todas las localidades y parte de su tarea es también indicar a los vecinos aquellos pueblos donde sí tienen lugar. Incluso en caso de que sea necesario, y los vecinos así lo quieran, se encargan de llevarles en sus propios coches a aquellas localidades en las que sí hay celebraciones de la Semana Santa para que puedan asistir a ellas. Luego les llevan de vuelta a sus domicilios.

«También tratamos que el Sábado Santo se haga en cada pueblo que visitamos una celebración para recordar la Resurrección de Jesús», añade.

En esencia la labor de estos misioneros en la comarca oriental la resume Carlos del Castillo. «Aportamos más brazos y más gargantas con el objetivo de que los párrocos que atienden estos concejos puedan llegar a más sitios durante unas fechas tan especiales como son las de la Semana Santa».

El párroco Rubén Pulido, que desde hace dos años es responsable de 15 parroquias repartidas por los concejos de Piloña y Cabrales, pero que antes prestó su servicio en Onís, Ponga y Amieva, señala que la ayuda de estos misioneros «se necesita bastante».

«Hacen una labor muy bonita. Van por las casas, organizan rosarios, Vía Crucis... La gente de los pueblos donde ya han estado los quiere mucho porque son personas muy educadas y siempre dispuestas a ayudar», destaca.

Otro de los objetivos de estas personas es trasladar su fe a las gentes de los lugares a los que acuden a colaborar. Parte de ellos son padres de familia del madrileño colegio Highlands School Los Fresnos y estas fechas en Asturias les sirven a ellos también para vivir en un ambiente de oración junto a sus familias, servir a la Iglesia a través de los párrocos y dar testimonio de su fe.

En total serán cerca de 800 las personas que esta Semana Santa se repartan por las diferentes misiones rurales que ´Regnum Christi´ va a desarrollar en diferentes puntos de España. Además de a Asturias estarán presentes en Ávila, Albacete, Cáceres, Córdoba, Castellón, Palencia, Teruel, Huesca o Murcia.

Fuente: religionenlibertad.com
por Terry Basterra/ElComercio.es

Saturday, March 28, 2015

“No existe mejor forma de transmitir la fe a los hijos que la de ver que sus padres viven la fe y esto les ayuda a quererse más” Equipos de Nuestra Señora

Una escuela de espiritualidad conyugal en el salón de casa: 
Equipos de Nuestra Señora

En los albores de la II Guerra Mundial, tiempo convulso también para la Iglesia católica, un grupo de matrimonios franceses pidieron al padre Henri Caffarel que les ayudara a vivir su amor a la luz de la fe.

Este es el origen de los Equipos de Nuestra Señora: encuentros de matrimonios que se orientan y acompañan en la búsqueda de Dios y en la promoción de una espiritualidad conyugal que impregne toda su vida familiar. (Web en España: www.equiposens.org)

Una reunión de Encuentros de Nuestra Señora (ENS)

José Manuel Agudo y Alicia Raimondo tienen la casa a punto para recibir a sus invitados. No van a celebrar solo una reunión de matrimonios amigos –que también–, pues su amistad ha sido el fruto de una inquietud mayor, de una necesidad y un deseo común: vivir en comunidad la fe que les une y la vocación matrimonial a la que han sido llamados.

En pocos minutos, el salón se ha llenado de gente, de besos y de abrazos; las cinco parejas y el sacerdote consiliario están listos para comenzar su reunión mensual. El punto de partida es la oración, que cada mes prepara un matrimonio, y tras las palabras del sacerdote y consiliario de este equipo, Matías Pérez, se ponen a trabajar.

Alberto Pérez y Mercedes Gómez-Ferrer son los responsables de los Equipos de Nuestra Señora (ENS) de la superregión de España y, tras veintidós años en los equipos, no dudan en afirmar que “la gran aportación de ENS es la espiritualidad conyugal, ese es nuestro carisma”. 

Es una espiritualidad cuyos pilares son la vida de equipo, con reuniones de trabajo y amistad, y los “puntos de esfuerzo”.

Estos últimos se concretan en:

-la escucha asidua de la palabra de Dios;
-la oración personal, conyugal y familiar;
-el diálogo conyugal (lo que llaman “sentada”),
-la regla de vida
-y el retiro anual.

Estos puntos de esfuerzo son los que, en cada reunión de trabajo mensual, los matrimonios ponen sobre la mesa: “Si he rezado o no con mi marido, cómo llevo el tema de la oración diaria, la conyugal, el diálogo...”, apunta Silvia Cortés, casada con Jaime Pereña y en los ENS desde hace quince años.

Es el momento de compartir con los demás las dificultades de vivir la espiritualidad conyugal, que, en palabras del padre Caffarel, “se trata de cristianizar toda la vida familiar, es decir, de buscar el sentido cristiano de todas las realidades familiares, planteándose cuál es el pensamiento de Dios sobre el amor, sobre la paternidad y la maternidad, la sexualidad, la educación, y sobre todas las grandes realidades del hogar”.

Es una tarea que parte de la oración conyugal y que impregna toda la vida familiar.

"La sentada": el tiempo que haga falta...

De esta metodología llama la atención la “sentada” y la regla de vida. Por un lado, la “sentada”, explica Juan Legorburo, casado con Charo Sabater, “es ponerte con tu mujer en presencia de Dios y gastar el tiempo que haga falta de conversación y oración conjuntas, sabiendo que estás hablando también con Jesús”.

Por otro lado, la regla de vida “consiste en marcarse una meta alcanzable, por ejemplo –prosigue Juan–, yo, que soy muy cuadriculado, me digo: ‘Voy a ver si tengo fe en Dios’, y me dejo caer en sus manos”.

Se trata, en definitiva, de reforzar, con tenacidad, alguno de los puntos débiles o mejorar alguna de las cualidades.

Repasar lo que Dios hace

Una vez que los matrimonios han compartido sus puntos de esfuerzo, repasan qué ha hecho Dios en sus vidas en el último mes, a través de experiencias cotidianas, problemas con los hijos...

Al cabo de quince años, “te das cuenta de que Dios ha estado siempre presente” , señala Jaime Pereña. Además, este momento es la ocasión “para ayudarnos y decirnos: ‘Mira lo que dice el Evangelio, a lo mejor deberías enfocar este problema desde otro punto de vista…’” , añade Silvia.

En estas reuniones de trabajo, juega un papel fundamental el aspecto festivo: compartir la vida también supone compartir la comida, por eso se cuida que no falte para comer y beber. Que haya un ágape para compartir es un signo más de comunión.

Al final de esta puesta en común, dedican un tiempo a la formación y estudio de un tema propuesto por el movimiento.

Fraternidad entre familias

Los ENS también celebran reuniones de amistad, cuyo objetivo es el de fomentar y crecer en la fraternidad entre familias, así, un par de veces al mes salen al campo o al cine con los hijos.

Pero en los ENS no todo es reunirse con parejas; hay otro equipo, el de “casa”, en el que se evidencian los frutos de esta obra presente en 78 países y con más de 130.000 miembros en todo el mundo.

“No existe mejor forma de transmitir la fe a los hijos que la de ver que sus padres viven la fe y esto les ayuda a quererse más”, concluye Alberto Pérez, feliz, junto a su mujer, de haber encontrado en la Iglesia a esta gran familia de familias.

Fuente: religionenlibertad.com

Monday, March 9, 2015

Los padres de Santa Teresita serán canonizados en el Sínodo de octubre (2015): primera ceremonia conjunta




El cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha informado recientemente que los padres de santa Teresita del Niño Jesús, Louis y Zélie Martin, serán canonizados en el mes de octubre, coincidiendo con el Sínodo de la Familia que tendrá lugar en esas fechas en el Vaticano.


“Gracias a Dios en octubre se canonizarán a dos cónyuges, los padres de santa Teresa de Lisieux”, ha señalado el purpurado salesiano en un reciente encuentro organizado por la Libreria Editrice Vaticana (LEV) para hablar sobre el tema “¿Para qué sirven los santos?”, subrayando la importancia de la santidad en la familia.

“Los santos no solo son los sacerdotes y las religiosas, sino también los laicos”, ha indicado el cardenal Amato refiriéndose a este ejemplar matrimonio francés.

Casados en 1858, el matrimonio tuvo nueve hijos, de los cuales cinco siguieron la vida religiosa.

Las 218 cartas que se conservan de Zélie, de 1863 hasta su muerte en 1877, registran el ritmo de la vida con la guerra de 1870, las crisis económicas, los nacimientos y los fallecimientos de sus cuatro bebés.

Misa diaria a las cinco y media de la mañana, ángelus y vísperas, descanso los domingos, ayunos en Cuaresma y Adviento... pero también bromas y juegos, a Louis le gustaba pescar y jugar al billar.

Invitaban a personas pobres a comer en su casa y visitaban a los ancianos. También enseñaron a sus hijas a tratar a los más desfavorecidos como iguales.

Zélie murió de un dolorosísimo cáncer a los 46 años. Louis quedó con cinco hijas pequeñas: Marie, Pauline, Léonie, Céline y Teresita, que sólo tenía cuatro años y medio pero siempre recordaría a su madre como una santa. Louis murió en 1894 después de padecer una grave enfermedad mental.

Ambos fueron beatificados el 19 de octubre de 2008 por Benedicto XVI y su canonización sería la primera conjunta de un matrimonio. Muchos han propuesto su vida de santidad cotidiana como un modelo para esta época.

Louis y Zélie Martin son los padres santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones y una de las santas más queridas por el papa Francisco, proclamada doctora de la Iglesia por Juan Pablo II en 1997.

Fuente: religionenlibertad.com


Vídeo preparado antes de la beatificación
de los esposos (19 de octubre, 2008)

Friday, January 23, 2015

Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor, por el papa Francisco

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XLIX JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES


El tema de la familia está en el centro de una profunda reflexión eclesial y de un proceso sinodal que prevé dos sínodos, uno extraordinario –apenas celebrado– y otro ordinario, convocado para el próximo mes de octubre. En este contexto, he considerado oportuno que el tema de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales tuviera como punto de referencia la familia. En efecto, la familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar. Volver a este momento originario nos puede ayudar, tanto a comunicar de modo más auténtico y humano, como a observar la familia desde un nuevo punto de vista.

Podemos dejarnos inspirar por el episodio evangélico de la visita de María a Isabel (cf. Lc 1,39-56). «En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”» (vv. 41-42).

Este episodio nos muestra ante todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo. En efecto, la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel. Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo. El seno materno que nos acoge es la primera «escuela» de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá. Este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Y es una experiencia que nos acomuna a todos, porque todos nosotros hemos nacido de una madre.

Después de llegar al mundo, permanecemos en un «seno», que es la familia. Un seno hecho de personas diversas en relación; la familia es el «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 66): diferencias de géneros y de generaciones, que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida. Es el vínculo el que fundamenta la palabra, que a su vez fortalece el vínculo. Nosotros no inventamos las palabras: las podemos usar porque las hemos recibido. En la familia se aprende a hablar la lengua materna, es decir, la lengua de nuestros antepasados (cf. 2 M 7,25.27). En la familia se percibe que otros nos han precedido, y nos han puesto en condiciones de existir y de poder, también nosotros, generar vida y hacer algo bueno y hermoso. Podemos dar porque hemos recibido, y este círculo virtuoso está en el corazón de la capacidad de la familia de comunicarse y de comunicar; y, más en general, es el paradigma de toda comunicación.

La experiencia del vínculo que nos «precede» hace que la familia sea también el contexto en el que se transmite esa forma fundamental de comunicación que es la oración. Cuando la mamá y el papá acuestan para dormir a sus niños recién nacidos, a menudo los confían a Dios para que vele por ellos; y cuando los niños son un poco más mayores, recitan junto a ellos oraciones simples, recordando con afecto a otras personas: a los abuelos y otros familiares, a los enfermos y los que sufren, a todos aquellos que más necesitan de la ayuda de Dios. Así, la mayor parte de nosotros ha aprendido en la familia la dimensión religiosa de la comunicación, que en el cristianismo está impregnada de amor, el amor de Dios que se nos da y que nosotros ofrecemos a los demás.

Lo que nos hace entender en la familia lo que es verdaderamente la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras. Reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría: del saludo de María y del salto del niño brota la bendición de Isabel, a la que sigue el bellísimo canto del Magnificat, en el que María alaba el plan de amor de Dios sobre ella y su pueblo. De un «sí» pronunciado con fe, surgen consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos y se expanden por el mundo. «Visitar» comporta abrir las puertas, no encerrarse en uno mismo, salir, ir hacia el otro. También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias.

La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Por eso, la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón. El perdón es una dinámica de comunicación: una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar. Un niño que aprende en la familia a escuchar a los demás, a hablar de modo respetuoso, expresando su propio punto de vista sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo y reconciliación en la sociedad.

A propósito de límites y comunicación, tienen mucho que enseñarnos las familias con hijos afectados por una o más discapacidades. El déficit en el movimiento, los sentidos o el intelecto supone siempre una tentación de encerrarse; pero puede convertirse, gracias al amor de los padres, de los hermanos y de otras personas amigas, en un estímulo para abrirse, compartir, comunicar de modo inclusivo; y puede ayudar a la escuela, la parroquia, las asociaciones, a que sean más acogedoras con todos, a que no excluyan a nadie.

Además, en un mundo donde tan a menudo se maldice, se habla mal, se siembra cizaña, se contamina nuestro ambiente humano con las habladurías, la familia puede ser una escuela de comunicación como bendición. Y esto también allí donde parece que prevalece inevitablemente el odio y la violencia, cuando las familias están separadas entre ellas por muros de piedra o por los muros no menos impenetrables del prejuicio y del resentimiento, cuando parece que hay buenas razones para decir «ahora basta»; el único modo para romper la espiral del mal, para testimoniar que el bien es siempre posible, para educar a los hijos en la fraternidad, es en realidad bendecir en lugar de maldecir, visitar en vez de rechazar, acoger en lugar de combatir.

Hoy, los medios de comunicación más modernos, que son irrenunciables sobre todo para los más jóvenes, pueden tanto obstaculizar como ayudar a la comunicación en la familia y entre familias. La pueden obstaculizar si se convierten en un modo de sustraerse a la escucha, de aislarse de la presencia de los otros, de saturar cualquier momento de silencio y de espera, olvidando que «el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido» (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 enero 2012). La pueden favorecer si ayudan a contar y compartir, a permanecer en contacto con quienes están lejos, a agradecer y a pedir perdón, a hacer posible una y otra vez el encuentro. Redescubriendo cotidianamente este centro vital que es el encuentro, este «inicio vivo», sabremos orientar nuestra relación con las tecnologías, en lugar de ser guiados por ellas. También en este campo, los padres son los primeros educadores. Pero no hay que dejarlos solos; la comunidad cristiana está llamada a ayudarles para vivir en el mundo de la comunicación según los criterios de la dignidad de la persona humana y del bien común.

El desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información. Esta es la dirección hacia la que nos empujan los potentes y valiosos medios de la comunicación contemporánea. La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto.

La familia, en conclusión, no es un campo en el que se comunican opiniones, o un terreno en el que se combaten batallas ideológicas, sino un ambiente en el que se aprende a comunicar en la proximidad y un sujeto que comunica, una «comunidad comunicante». Una comunidad que sabe acompañar, festejar y fructificar. En este sentido, es posible restablecer una mirada capaz de reconocer que la familia sigue siendo un gran recurso, y no sólo un problema o una institución en crisis. Los medios de comunicación tienden en ocasiones a presentar la familia como si fuera un modelo abstracto que hay que defender o atacar, en lugar de una realidad concreta que se ha de vivir; o como si fuera una ideología de uno contra la de algún otro, en lugar del espacio donde todos aprendemos lo que significa comunicar en el amor recibido y entregado. Narrar significa más bien comprender que nuestras vidas están entrelazadas en una trama unitaria, que las voces son múltiples y que cada una es insustituible.

La familia más hermosa, protagonista y no problema, es la que sabe comunicar, partiendo del testimonio, la belleza y la riqueza de la relación entre hombre y mujer, y entre padres e hijos. No luchamos para defender el pasado, sino que trabajamos con paciencia y confianza, en todos los ambientes en que vivimos cotidianamente, para construir el futuro.

Vaticano, 23 de enero de 2015

Vigilia de la fiesta de San Francisco de Sales.

Francisco