Friday, December 21, 2012

SOBRE SAN JOSÉ MANYANET: “La familia debe sentirse llamada al apostolado”, Cardenal Antonio M. Javierre.


"La familia cristiana, según la enseñanza constante de Manyanet, debe sentirse llamada al apostolado. Repugna la cerrazón en el gozo egoístico de los dones recibidos. Es necesario hacer partícipes con generosidad a las familias hermanas. Él (Padre Manyanet) no ahorró esfuerzos para promover la apertura apostólica, tanto de los bautizados como de las nuevas familias, susceptibles de ser células dinámicas portadoras de nuevas y saludables energías vitales a la sociedad y a la Iglesia. Para ello propuso imitar a la Sagrada Familia de Nazaret con su vida tan discreta como fecunda. El ideal nazareno alcanzó el vértice en las familias religiosas por él fundadas para que fuesen signo viviente de la Sagrada Familia.

De las dos dimensiones del apostolado —predicación del mensaje evangélico y testimonio personal del mensajero— ésta última es, sin duda, la más actual dada la preferencia hoy concedida a los testigos por encima de la reservada a los maestros. Y ha llegado a ser la más eficaz por el hecho que la amabilidad de la vida hecha palabra empuja a la emulación y porque confirma que sólo el amor es creíble".

Texto extraído de la homilía del cardenal Antonio M. Javierre durante el triduo de preparacion a la canonización de José Manyanet (2004).

Fuente: José Manyanet Santo. Memoria de la canonización. Barcelona 2006.


Wednesday, December 12, 2012

Aprender a aceptar el rechazo, por Julio González, SF.


Hoy tuve una reunión con un joven de veinticinco años que quería hablar sobre lo que le estaba pasando o de lo contrario "podía hacer una barbaridad". Su problema consistía en que su novia no quería saber más de él y esto él no podía soportarlo. Estaba desesperado. La soledad se le hacía insoportable. El joven cuestionaba la existencia del mismo Dios porque su novia le había dejado.

Conozco a los dos jóvenes y no me fue muy difícil comprender lo que muchacho me decía. Y digo, en verdad, muchacho, porque aunque ambos tienen veinticinco años, los dos asimilan sus emociones, alegrías y fracasos, todavía como adolescentes.

De modo que le tuve que decir: "Yo no voy a hablar con ella sobre vuestra relación si tú antes no consigues estar a solas contigo mismo; porque si tú no eres capaz de soportarte a ti mismo en soledad, mucho menos vas a ser capaz de soportar y hacer feliz a otra persona".

Hay personas que buscan pareja porque necesitan llenar un vacío. A menudo estas personas desarrollan una habilidad especial para manipular a su pareja; sin embargo, cuando ésta no responde a las expectativas que se habían originado al principio de la relación, entonces, la luna de miel deja de serlo y la relación se deteriora rápidamente.

El dolor que este joven siente no se lo produce su pareja sino, como nos dimos cuenta, su propio orgullo y el sentimiento de haber sido rechazado. Si en lugar de ella hubiera sido él quien finalizase la relación otro gallo hubiera cantado, de eso está convencido. Todavía no se puede hacer a la idea de que otro "se la gane". Ahora se siente menos hombre y autolesionarse le tienta una y otra vez. Respiro porque al menos éste no es de los que "la mate porque era mía". Pero, ¿porqué esa manía de algunos de querer autolesionarse cuando se sienten heridos en su amor propio?

Una respuesta, que no la única, es la de creer que autolesionándose castigan a la persona que dicen que aman"Como no me quieres me mato para que te duela!" o "Si me pasa algo malo será culpa tuya"... En estos casos, se requiere prudencia pero también mucha claridad para hacer ver a esta persona su inmadurez, la misma inmadurez que le inhabilita para tener pareja.

Poco a poco, vamos poniendo orden al caos de emociones que el joven se ve incapaz de asumir: "Tengo un dolor en el cuello y aquí en el estómago; y esas ideas que me asaltan..." Lo del dolor en el cuello y en el estómago es ansiedad: ansiedad porque se siente rechazado y todavía no ha aprendido a aceptarlo, pero aprenderá. A este joven no le había rechazado nadie (guapo, buen futbolista, sin frustraciones hasta el dia de hoy) y tiene que empezar a aprender lo que es el rechazo. No es demasiado tarde, le digo.

Es más, una persona no es adulta hasta que no aprende aceptar el rechazo que pueda producir en otras personas; hacer las oportunas correcciones y mejoras, y comprender a los que todavía no han llegado a ese nivel de renuncia y aceptación porque siguen siendo niños y adolecentes.

¿Cómo vivir en familia los retos de la vida?, por el P. Jesús Díaz Alonso, SF.


"¡El futuro de la humanidad se construye en la familia! Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia".

Estas palabras proféticas del beato Juan Pablo II nos recuerdan el valor permanente de la familia como la realidad social más íntima que tiene la persona humana en ella, el hombre nace, crece, se forma, pero fundamentalmente, sale de sí mismo y aprende a amar, siendo siempre y en cualquier circunstancia valorado por lo que es no por lo que tiene.

San José Manyanet, que hizo de la familia objeto prioritario de sus acciones pastorales, subraya en su obra "Preciosa Joya de familia", cuyo subtítulo es "Manojito de saludables instrucciones , dirigidas especialmente a los padres de familia para vivir ellos en santa paz y saber educar a sus hijos según la doctrina y ejemplos de la Santa Casa de Nazaret", la importancia de que, en el ámbito de las relaciones familiares, la primera mirada se dirija a los padres para que con su ejemplo actúan de una manera acorde a la santidad de su vocación matrimonial y busquen siempre "con ánimo tranquilo y sosegado" que "los hijos se persuadan que lo que se les dice y enseña nace únicamente del amor e interés por su bien temporal y eterno".

Con gran realismo constata que "en toda familia, por más bien regida y gobernada, es difícil o casi imposible el que no se cometan descuidos y faltas… si el uno edifica y el otro destruye solo se consigue aflicción y dolor…", por lo que recuerda que "el amor hace suaves y hasta dulces los trabajos y, como en la vida conyugal se ofrecen muchos y no pequeños, de ahí resulta que si falta el amor entre ellos, las dichas penas se vuelven intolerables, cuando si hay amor, se hacen más llevaderas".

En tantas ocasiones se constata que las causas de los problemas no están fuera de la familia sino dentro. Las dificultades existen y son reales, grandes los retos, pero lo importante, lo que realmente genera bondad y capacidad de superación está al interior de la familia, en el amor entre todos y cada uno de sus miembros.

Hemos de asumir, con todo realismo, que ninguna familia es perfecta como no lo es ninguna de los miembros que la forman. Estamos todos, como personas en una travesía, caminamos hacia un horizonte afrontando los desafíos que nos ponen a prueba, nos fortalecen interior y familiarmente la imperfección, en este sentido, no deja de ser "un regalo" que nos hace caminar y buscar siempre la virtud, la santidad aun no lograda. Es por ello que estamos convencidos de que cuidar a la familia en su naturaleza y en todos sus ámbitos de acción es una de las claves para afrontar los desafíos del futuro tanto en el interno de la propia familia como en la sociedad.

Entre los desafíos que tenemos delante, en línea con la programación de esta Jornada de reflexión y estudio, subrayamos los siguientes:

— Redescubrir y proponer la grandeza de la vocación al matrimonio

Para un cristiano el matrimonio es ciertamente un camino de entrega y donación mutua pero ésta adquiere todo su sentido en la vocación bautismal que es una llamada a la santidad en el propio estado.

El matrimonio como vocación supone la fe humana en la fuerza del amor como camino de plenitud y realización personal, de una relación fundamental para el hombre: la formación de una comunidad de personas que son protagonistas de su propia historia y narración de amor pero esta dimensión humana esencial es, para el cristiano, enriquecida, nunca suprimida o empequeñecida, por la Gracia sacramental.

Valorar la riqueza de la complementariedad desde una mirada personal, ennoblecer la calidad del propio amor esencia del matrimonio y la entrega mutua, la fidelidad, la vida, el perdón... es un verdadero camino de perfección para el hombre, y una vía espléndida y apasionante para cumplir la finalidad por la cual existe. En la radical vocación a la santidad propia de los bautizados se integra el matrimonio y es allí donde alcanza todo su valor la vocación específica de los casados y la comunión de vida que están llamados a construir.

— El diálogo en la familia

Si bien es cierto que el matrimonio está fundado en el amor entre las personas es natural que las parejas y las familias encuentren diferencias, dificultades, problemas… que han de aprender a reconocer y resolver con los medios más adecuados. Los desacuerdos, puntos de vista diferentes etc. son normales en el ámbito de cualquier relación humana sea familiar, educativa o laboral, y, en este sentido, no nos deben asustar; ahora bien, sí hay que poner los medios y, sobre todo, revisar las actitudes ante las diferencias, para evitar que las dificultades normales se conviertan en conflictos.

No hay que olvidar, por otro lado, que toda relación es por su misma naturaleza viva y dinámica, lo cual significa que está sujeta a padecer cambios, dificultades, crecimiento, crisis… todo ello forma parte del guión. Por ello es importante entender que el amor y la relación tanto familiar como de amistad u otra índole, engloba todos los aspectos de la persona, la inteligencia, la voluntad, los sentimientos y exige un aprendizaje continuo para mantener el dinamismo y la vitalidad que le es propia.

Frente a los retos de la vida tener diferentes opiniones es algo normal, positivo es difícil estar de acuerdo al cien por cien en la visión y análisis de los problemas y dificultades de la vida. Tengamos en cuenta que la familia no sólo es la "escuela de todas las virtudes", sino también, "el escaparate de todos los defectos", por lo que se hace necesario, no solo, decir que nos queremos mucho, sino también expresarlo bien lo cual no deja de ser todo un arte.

— La educación

Quién tiene el deber y, sobre todo, el derecho de educar a los hijos es la familia, en concreto, los padres. No hay que olvidar que los hijos no son para los padres sino los padres para los hijos y, como tales, los padres deben asumir esta verdad, aprender a gastar la vida, a entregarla hasta el final generosamente para seguir dando vida.

Este protagonismo en la educación de los hijos se ha de acentuar más aún en temas fundamentales donde han de sentirse reforzados por la escuela.


En tiempos de posmodernidad, globalización, cultura web, relaciones virtuales, redes sociales, sobre valoración de la imagen y hedonismo, la familia como estructura cambiante y dinámica que es también, se ve en serios problemas para adaptarse a los vertiginosos cambios y retos y particularmente para seguir ofreciendo una guía moral y ética firme para la vida.

Las soluciones no son sencillas ni fáciles de plantear y los conferenciantes nos ayudaran a afrontarlas en los diferentes ámbitos de su comunicación.

Los padres tienen la apasionante y gran responsabilidad de acompañar a sus hijos en el camino hacia la edad adulta que se caracteriza por administrar con sabiduría la libertad y la responsabilidad, pero difícilmente podrán asumir esta labor sin formarse e informase cada día.

Las escuelas de padres, asociaciones familiares tienen esta función además de constituir excelentes "redes de apoyo" donde unos pueden aprender de los éxitos y compartir sus experiencias.

Existe `preocupación y apertura para comprender las realidades en las cuales se encuentran insertados los hijos y los modos más adecuados para afrontar las dificultades y los retos con éxito, funcionalidad y pragmatismo, sin perder de vista el valor ético y de compromiso.

Se hace cada vez más necesario personalizar la educación, valorar las inteligencias múltiples (emocional) y, en la cultura actual, es crucial mantener un educación permanente siendo capaces, al mismo tiempo, de construir un ocio activo, creativo en unión con otras familias que se agrupan, reúnen y apuntan a objetivos comunes (alternativa a la tv, consola, ordenador, redes sociales, noche…).

— La espiritualidad y la transmisión de la fe

La tarea educadora de los padres cristianos debe ser un servicio a la fe de los hijos y una ayuda para que ellos descubran y cumplan la vocación recibida de Dios. Pertenece a la misión educativa de los padres enseñar y testimoniar a los hijos el sentido verdadero del sufrimiento y de la muerte lo podrán hacer si saben estar atentos a cada sufrimiento y desarrollar actitudes de cercanía, asistencia y participación hacia los enfermos y ancianos del ámbito familiar (cfr. Evangelium vitae, 92).

El cristianismo es una religión alegre, vital, ama la vida, anima y fortalece todos los momentos de la existencia; si se vive con coherencia y realismo ayudan sobremanera a enfocar todas las circunstancias de la vida porque no está alejada de la vida ordinaria.

Por otro lado, la espiritualidad compartida genera una complicidad difícil de sustituir por otros elementos. Es por ello necesario y más en un ámbito cultural secularizado el liderazgo espiritual coherente y coordinado entre los padres que pase necesariamente por favorecer una experiencia espiritual liberadora.

Por otro lado, si la pastoral no son acciones instrumentales dirigidas a determinados fines sino el cuidado y desarrollo de la vida cristiana en la Iglesia, la pastoral es por su misma naturaleza pastoral familiar pues ahí encontramos el lugar paradigmático de la vida. Y esta pastoral familiar es cuestión, ante todo, de las familias  ellas son sujetos activos, por la misma vida de sus familias no por un mandato, encargo o delegación de los obispos o sacerdotes que ciertamente tienen como pastores la obligación de ayudar en la evangelización, en la comunicación integral del designio de Dios sobre el matrimonio y la familia.

Es muy importante hablar, en la Iglesia, de la familia, de la educación, del trabajo por eso es lo que viven las personas y lo que el Evangelio ilumina.

— La familia en el centro de la sociedad

El filósofo francés Gilles Lipovetsky habla de las paradojas hipermodernas cuando afirma que "hoy buscamos estabilidad familiar y, al mismo tiempo, queremos el divorcio express". Son las contradicciones que nos muestran las encuestas cuando la valoración más alta de las instituciones corresponde a la familia y, al mismo tiempo, se justifican iniciativas legislativas que no refuerzan, como primera opción, la estabilidad de las mismas.

Si la familia es una estructura antropológica básica, una experiencia universal dinámica y no solo un mero producto cultural resultado del devenir histórico como insisten las ideologías progresistas, la sociedad debe velar y poner los medios para que la familia cumpla sus fines naturales. Esto se concreta en temas tan importantes como trabajo para los padres, vivienda, acceso a la salud, recreación saludable para la familia, profesores bien formados, planes de estudio que respeten la dignidad humana, leyes que protejan el matrimonio, conciliación vida familiar y laboral, atención a las personas separadas, prevención de la violencia doméstica…

El eje de la sociedad es la familia, y el eje de la familia es la unión de los esposos, por ello hay que favorecer una cultura de la familia en íntima unión con una cultura de la vida, superar la terminología ambigua de la "perspectiva e ideología de género" y hablar desde una "perspectiva familiar" dando un enfoque centrado en la familia desde una perspectiva personalista y de comunión con claros referentes éticos.

El bien de la sociedad pasa por el bien de las familias y el de las familias por el bien de cada una de las personas que la forman. Preparación al matrimonio que empieza desde que nace cuando comienza a aprender a mar y a sentirse amado.

En el fondo, y asumiendo la gran variedad de retos y desafíos y la necesidad de encontrar los métodos más adecuados, para afrontarlos se hace, sin duda, necesario volver a la regla fundamental del amor. "Ama y haz lo que quieras", decía san Agustín, cuando explicaba la Biblia y la aplicaba a la vida y educación familiar. Al "ama y haz lo que quieras" san Agustín añadía: "si guardas silencio, hazlo por amor si gritas, hazlo por amor si corriges, corrige por amor si perdonas, perdona por amor si la raíz es el amor profundo, de tal raíz no se pueden conseguir sino cosas buenas".

Todos los desafíos y retos pueden y deben hacernos crecer en el amor entre los padres, los hijos, los hermanos dando siempre un buen testimonio y ejemplo de de respeto, a perdonarse, a ayudarse, a ser de verdad hermanos.

El P. Manyanet escribía: "la misma experiencia manifiesta que la paz y a armonía entre los casados es el primer factor para vivir una vida feliz en este estado". Por ello, frente a los males y dificultades "todo estriba en el querer de los esposos todo depende del amor y del temor de Dios que oye y bendice a los que de veras a Él acuden y le piden socorro".

Viendo la importancia del matrimonio y la familia pide que se contraiga con madurez y que se eduque para la vida familiar ya "que es manantial y origen de todos los bienes de la sociedad cuando se contrae con madurez, recto fin y según la ordenación de Dios". En esta línea la Fundación Manyanet Solidario está desarrollando en las escuelas un eje transversal de educación para la familia (afectividad, emocional, relación, sexualidad…).

En la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Madrid el pasado mes de agosto, se entregó, en la mochila del peregrino, un libro del Doctor Enrique Rojas titulado: "El amor: la gran oportunidad. Tú puedes conseguir un amor duradero". En la portada un corazón enchufado a la corriente. El texto es un canto al amor y una propuesta clara para que los jóvenes descubran la belleza de la entrega y luchen para mantenerla.

Un compromiso de futuro pasa necesariamente, estamos convencidos, por favorecer y ayudar a la familia. Gracias y que Dios les bendiga y Jesús, María y José sean maestros para las relaciones en el hogar y el modo de afrontar los retos de la vida.

P. Jesús Díaz Alonso, SF
Padre General de los Hijos de la Sagrada Familia